“Prefiero equivocarme creyendo en un Dios que no existe, que equivocarme no creyendo en un Dios que existe. Porque si después no hay nada, evidentemente nunca lo sabré, cuando me hunda en la nada eterna; pero si hay algo, si hay Alguien, tendré que dar cuenta de mi actitud de rechazo”Blas Pascal

sábado, 12 de noviembre de 2011

Sermones del Padre Ceriani

VIGESIMOSEGUNDO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

"Entonces los fariseos se fueron y consultaron entre sí, cómo le sorprenderían en lo que hablase. Y le envían sus discípulos, juntamente con los herodianos, diciendo: Maestro, sabemos que eres veraz, y que enseñas el camino de Dios, en verdad, y no te cuidas de cosa alguna; porque no miras a la persona de los hombres: Dinos, pues, qué te parece, ¿es lícito dar tributo al César o no? Mas Jesús, conociendo la malicia de ellos, dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas? mostradme la moneda del tributo. Y ellos le presentaron un denario. Y Jesús les dijo: ¿De quién es esta figura e inscripción? Dícenle: Del César. Entonces les dijo:Pues dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. Y cuando esto oyeron, se maravillaron, y dejándole, se retiraron."

Los fariseos y los herodianos propusieron a Nuestro Señor Jesucristo la delicada cuestión de las relaciones entre los deberes políticos y los deberes religiosos. Nuestro Señor, sabiendo que lo tentaban, contestó yendo más allá de las circunstancias históricas y meramente anecdóticas, y asentó un principio fundamental que rige todas las relaciones del ciudadano con el hombre religioso.
La cuestión es interesante y cobra un particular interés para nosotros, en las actuales circunstancias de la sociedad y de la Iglesia.


En efecto, hay muchos que se entregan totalmente a la actividad política y pretenden salvar los países cony por la política.
Estos creen dar al César lo que es del César… Pero, más allá de que no dan al Cesar lo que deben darle, no dan, especialmente, a Dios lo que es de Dios…
De éste modo se olvidan de salvarse a sí mismos por medio de la Religión y de dar a la Patria el único y verdadero remedio que es Nuestro Señor Jesucristo.
Otros, por el contrario, se desentienden completamente de la actividad política, justificando su actitud de diversas maneras o por diferentes razones más o menos entendibles.
Estos piensan dar a Dios lo que es de Dios… Pero se olvidan de dar al César lo que es del César… de dar a la Patria su bien, que es Dios. Y de este modo tampoco dan a Dios lo que es de Dios, ya que la Patria es, ante todo, de Dios.
Entre estos dos extremos existe toda una gama, dentro de la cual están aquellas con matices más intensos de las “cosas del César”, y las otras con tonos más elevados de las “cosas de Dios”.


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Evidentemente que la actividad política puede ser un deber religioso para un católico que tenga vocación política… que vea allí un llamado particular de Dios para procurar con todas sus fuerzas la instauración de un orden católico y de dar así a Dios la gloria que le es debida.
En este caso se estaría dando a Dios lo que es de Dios con y por la política. Por ejemplo, San Luis Rey de Francia, García Moreno, presidente mártir de Ecuador.
Pero, ¿cómo llevar a cabo esto en las actuales circunstancias que nos tocan vivir?
Por un lado, San Pío X:
* nos asegura que “no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó” y que “no se edificará la sociedad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos”;
* nos advierte que “la civilización no está por inventarse ni la «ciudad nueva» por edificarse en la nubes”;
* nos recuerda que esa «civitas Dei» “ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la «ciudad católica»”;
* nos traza el único verdadero camino del «Omnia instaurare in Christo»: “no se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad”.

Por otra parte, los “utopistas” y/o “rebeldes” y/o “impíos”, que gestaron, dieron a luz e hicieron crecer las ideas conciliares del Vaticano II proclaman solemnemente que:
* “Para ciertos creyentes, una vida conforme a la fe no sería posible más que por un retorno a este antiguo orden. Esta actitud no aporta una solución compatible con el mensaje cristiano y el genio de Europa” (Juan Pablo II);
* “En el debate sobre la libertad religiosa estaba presente en la catedral de San Pedro lo que llamamos el fin de la Edad media, más aún, de la era constantiniana” (Padre Joseph Ratzinger);
* “Los textos conciliares Gaudium et Spes, Dignitatis Humanæ y Nostra Aetate juegan el papel de un contra-Syllabus en la medida que representan una tentativa para la reconciliación oficial de la Iglesia con el mundo tal como ha llegado a ser después de 1789″ (Cardenal Joseph Ratzinger).

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Llegados a este punto, la pregunta surge espontáneamente: ¿qué tenemos que hacer? ¿qué podemos hacer?
Ante todo: No hay que engañarse: en el mundo actual no hay más que dos partidos:
Uno, que se puede llamar la Revolución, tiende con fuerza gigantesca a la destrucción de todo el orden antiguo y heredado, para alzar sobre sus ruinas un nuevo mundo paradisíaco y una torre que llegue al cielo; y por cierto que no carece para esa construcción futura de fórmulas, arbitrios y esquemas mágicos; tiene todos los planos, que son de lo más delicioso del mundo.
El otro, que se puede llamar la Tradición, tendido a seguir el consejo del Apokalypsis:“conserva todas las cosas que has recibido, aunque sean cosas humanas y perecederas”
(Padre Leonardo Castellani, Una religión y una moral de repuesto; en Cristo, ¿vuelve o no vuelve?).

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Para los “idealistas irreductibles —como los llama San Pío X—, que tienen doctrina social propia y principios filosóficos y religiosos propios para reorganizar la Sociedad con un plan nuevo”, la destrucción del antiguo boceto de unidad que se llamó la Cristiandad es poco y nada.

“Su sueño consiste en cambiar sus cimientos naturales y tradicionales y en prometer una ciudad futura edificada sobre otros principios” y nos proponen la construcción de la “Civilización del Amor”.
De este modo, Pablo VI en más de una ocasión (por ejemplo el 25 de diciembre de 1975 durante la Clausura del Año Santo, y en Las Enseñanzas al Pueblo de Dios, 1975, página 482) indicó a la Civilización del amor “como fin al que deben tender todos los esfuerzos en el campo social y cultural, lo mismo que en el económico y el político”.
Por su parte, Juan Pablo II, en el Discurso a los jóvenes, en el estadio Esseneto, Agrigento, el 9 de mayo de 1993, expresó: “Estamos aquí para hacer realidad, inicial pero objetiva, este gran proyecto de la civilización del amor. Esta es la civilización de Jesús; esta es la civilización de la Iglesia; esta es la verdadera civilización cristiana”.
Para no ser menos, Benedicto XVI muchas veces abordó la temática:
“¡Jóvenes constructores de la civilización del amor! Dios os llama hoy, jóvenes europeos y estadounidenses, a cooperar, junto con vuestros coetáneos de todo el mundo, para que la savia del Evangelio renueve la civilización de estos dos continentes y de toda la humanidad”. (1º de marzo de 2008, VI Jornada Europea de Universitarios con el Tema “Europa y América juntas para construir la civilización del amor”).
“… Dichas iniciativas, junto a otras muchas formas de compromiso, son elementos esenciales para la construcción de la civilización del amor” (13 de mayo de 2010 en Fátima).
“Dios quiere un interlocutor responsable, alguien que pueda dialogar con Él y amarle. Por Cristo lo podemos conseguir verdaderamente y, arraigados en Él, damos alas a nuestra libertad. ¿No es este el gran motivo de nuestra alegría? ¿No es este un suelo firme para edificar la civilización del amor y de la vida, capaz de humanizar a todo hombre?” (Acogida de los jóvenes en la Plaza de Cibeles, Madrid, 18 de agosto de 2011).
“Queridos amigos, nuestra sociedad, en la que demasiado a menudo se pone en duda la dignidad inestimable de la vida, de cada vida, os necesita: vosotros contribuís decididamente a edificar la civilización del amor. Más aún, sois protagonistas de esta civilización” (Visita a la Fundación Instituto San José, sábado 20 de agosto de 2011).
Quien conozca las obras de Félicité Robert Lamennais, fundador del liberalismo católico, y de Jacques Maritain, creador de la animación cristiana de la civilización moderna, reconocerá en ellas las bases de esta Nueva Cristiandad, propuesta por el Concilio Vaticano II, cuyos mentores han sido Maurice Blondel, Henri de Lubac, Marie Dominique Chenu, Yves Congar, Urs Von Balthasar, de quienes son deudores tanto Pablo VI como Juan Pablo II y Benedicto XVI.
En el pensamiento mennaisiano-maritainiano hay que aceptar, so pena de “suicidio histórico”, la marcha hacia adelante de la humanidad; y como la civilización moderna camina en la línea de la Revolución, hay que aceptar el camino de la Revolución, que es el camino del Progreso.

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No faltan quienes, entre las alternativas o posibilidades de los últimos tiempos, esperan unreflorecimiento de la Cristiandad Medieval… y convocan a Cruzadas millonarias de Rosarios…
No podemos seguir la utopía de la construcción de la Civilización del Amor. Tampoco podemos ilusionarnos con un supuesto restablecimiento temporario de la Cristiandad Medieval… ¿Qué tenemos que hacer?
Una vez más, al Padre Leonardo Castellani nos proporciones la consigna:

La unión de las naciones en grandes grupos, primero, y después en un solo Imperio Mundial (sueño potente y gran movimiento del mundo de hoy) no puede hacerse sino por Cristo o contra Cristo. Lo que sólo puede hacer Dios (y que hará al final, según creemos, conforme está prometido), el mundo moderno intenta febrilmente construirlo sin Dios; apostatando de Cristo, abominando del antiguo boceto de unidad que se llamó la Cristiandad y oprimiendo férreamente incluso la naturaleza humana, con la supresión pretendida de la familia y de las patrias. Mas nosotros, defenderemos hasta el final esos parcelamientos naturales de la humanidad, esos núcleos primigenios; con la consigna no de vencer sino de no ser vencidos. Es decir, sabiendo que si somos vencidos en esta lucha, ése es el mayor triunfo; porque si el mundo se acaba, entonces Cristo dijo verdad. Y entonces el acabamiento es prenda de resurrección. (Visión religiosa de la crisis actual; en Cristo, ¿vuelve o no vuelve?)


Tenemos que luchar por todas las cosas buenas que han quedado hasta el último reducto, prescindiendo de si esas cosas serán todas «integradas de nuevo en Cristo», como decía San Pío X, por nuestras propias fuerzas o por la fuerza incontrolable de la Segunda Venida de Cristo. «La Verdad es eterna, y ha de prevalecer, sea que yo la haga prevalecer o no». Por eso debemos oponernos a la ley del divorcio, debemos oponernos a la nueva esclavitud y a la guerra social, y debemos oponernos a la filosofía idealista, y eso sin saber si vamos a vencer o no. «Dios no nos dice que venzamos, Dios nos pide que no seamos vencidos». (La destrucción de la tradición; en San Agustín y nosotros)


Destaquemos en el texto citado que, según el Padre Castellani, el «Omnia instaurare in Christo» no necesariamente debe ser realizado por nuestras propias fuerzas y antes de la Parusía, sino que todas las cosas pueden ser integradas de nuevo en Cristo por la fuerza incontrolable de su Segunda Venida.


Aquí hay mucha tela para cortar y mucha materia de reflexión para los filósofos y los teólogos.

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Por mi parte, por ser más conforme a la Revelación y a la realidad de los acontecimientos, me remito a las enseñanzas de los Padres Castellani y Calmel.


Escribió Don Leonardo:

Mis amigos, mientras quede algo por salvar; con calma, con paz, con prudencia, con reflexión, con firmeza, con imploración de la luz divina, hay que hacer lo que se pueda por salvarlo.
Cuando ya no quede nada por salvar, siempre y todavía hay que salvar el alma (…)


Es muy posible que bajo la presión de las plagas que están cayendo sobre el mundo, y de esa nueva falsificación del catolicismo que aludí más arriba, la contextura de la cristiandad occidental se siga deshaciendo en tal forma que, para un verdadero cristiano, dentro de poco no haya nada que hacer en el orden de la cosa pública.


Ahora, la voz de orden es atenerse al mensaje esencial del cristianismo: huir del mundo, creer en Cristo, hacer todo el bien que se pueda, desapegarse de las cosas criadas, guardarse de los falsos profetas, recordar la muerte.
En una palabra, dar con la vida testimonio de la Verdad y desear la vuelta de Cristo. En medio de este batifondo, tenemos que hacer nuestra salvación cuidadosamente (…)
Los primeros cristianos no soñaban con reformar el sistema judicial del Imperio Romano, sino con todas sus fuerzas en ser capaces de enfrentarse a las fieras; y en contemplar con horror en el emperador Nerón el monstruoso poder del diablo sobre el hombre (A modo de prólogo; en Decíamos Ayer)

El Padre Calmel, en su Theologie de l’Histoire, enseñó:
El efecto propio de la fe es darnos otra luz que la terrena, hacernos entrever misterios que no son de este mundo, introducirnos a una esperanza que sobrepasa al infinito toda instalación de la ciudad terrena.
Sé bien que la esperanza que procede de la fe fortalecerá la esperanza natural en la edificación, siempre imperfecta, de una ciudad justa; pero, para que ello sea así, no debemos hacer de ellas un todo, poner en ellas nuestra esperanza última, dejarnos llevar por sueños de un mesianismo terreno.
Mesianismo terreno es el mesianismo del diablo; el movimiento de reunión universal y de fraternización de los hombres en el bienestar perfecto.Es un mesianismo que eludiría las consecuencias normales del primer pecado y que, en lugar de asumirlas delante de Dios para hacerlas redentoras, buscaría suprimirlas de esta vida.
La lucha entre el diablo y la ciudad santa durará hasta la Parusía.
El Apocalipsis no nos presenta una domesticación progresiva de la famosa Bestia. El diablo, a medida que el mundo se apresura hacia el fin, perfecciona sus métodos y organiza más sabiamente su horrible Contra-iglesia.
Si el Evangelio nos pide organizar un mundo en el cual las instituciones sean justas, es ante todo para agradar a Dios, por caridad para con nuestros hermanos y con la esperanza de la eternidad, no es con la esperanza de una especie de Parusía terrena; quiero decir, con la esperanza de crear técnicas y de promover instituciones que serían una aproximación de los cielos nuevos y de la tierra nueva.


El Evangelio se opone a la secularización de la esperanza, como se opone a la identificación de la Iglesia y del César.
La glorificación del último día no vendrá a coronar un orden económico, técnico y social particularmente airoso. La glorificación del último día no es el perfeccionamiento de las cosas del César, sino el cumplimiento de las ocho bienaventuranzas.
Si no mantenemos firmemente la idea revelada de la distancia infinita entre las cosas de la tierra y las cosas del cielo, nuestra fe es delicuescente (inconsistente, sin vigor, decadente).
De este modo, cuando las cosas de la tierra se quiebren, decepcionen, traicionen, correremos el riesgo de caer en el desánimo; a menos que, a falta de luz y de esperanza celestiales, una especie de frenesí humano nos haga descuidar las decepciones y las traiciones, las lágrimas y la sangre de los hombres, y puede ser, incluso, que multiplique y galvanice nuestras fuerzas, porque estaremos obsesionados por la visión de no sé qué humanidad futura, transfigurada, ultrahumana.
El gobierno divino y su razón definitiva, no es menos desconocido que la Parusía.
Estoy persuadido de que el Señor nos pide, a la vista del mundo actual ganado por la apostasía, no dejarnos vencer por el espanto o la angustia.
¿Cómo no ceder a la tentación de huir o desesperar? No hay más que un solo remedio: redoblar la fe.
Encontraremos fuerza y consolación en la fe y en las palabras de la fe. Es en las palabras de Dios que hallaremos confortación.
En cuanto a las palabras solamente humanas, ellas más bien nos irritan, sobre todo cuando quieren persuadirnos de que nuestro siglo no es peor que otros. Esto es falso. Existe una novedad y un progreso en el mal. Las fuerzas del infierno no fueron nunca desencadenadas con un poderío tan extendido y tan feroz.
Si queréis decirnos palabras de confortamiento y de esperanza, recordadnos mejor que, a pesar de todo, este mundo organizado para hacer ausente a Dios no puede impedir que sean celebradas Misas ni que sea enseñada la doctrina de verdad por doctores fieles; mostradnos los signos ciertos de que las puertas del infierno no llegan a prevalecer y de que el Señor no cesa de venir, pero no intentéis hacernos ver rosa o gris lo que es negro como la tinta.
No podemos sostener, contra la evidencia de los hechos, que las dos Bestias no han aumentado su poder desde Celso o Marco Aurelio, desde Calvino o la gran Isabel.
Lo que es verdadero es que su fuerza, ciertamente acrecentada, en definitiva es como nada en comparación a la omnipotencia del Cordero, frente a las murallas de la Ciudad Santa.
Josef Pieper, en su libro El fin de los tiempos pone en evidencia, los dos grandes medios que serán empleados por el Anticristo y que llama, mundialización del poder político yconstitución de una súper-iglesia que neutralizará las diversas confesiones, mencionando, en una visión simplemente realista y objetiva, que estos dos mecanismos han comenzado a funcionar ante nuestros ojos.


Hasta aquí, el Padre Calmel.

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Todo esto no satisface ni a los idealistas de la Civilización del Amor ni a los utopistas de la Restauración de la Iglesia…
Respondo, con el Padre Castellani, que El filósofo, como el médico, no tiene remedio para todas las enfermedades… A veces, todo lo que puede dar como solución es oponerse a las falsas soluciones… Puede, con el pensamiento, poner obstáculos para retardar una catástrofe; pero en muchos casos no puede sino prever la catástrofe; y a veces debe callarse la boca, y lo van a castigar encima…
(A modo de prólogo; en Decíamos Ayer).

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Un poco más adelante, el Padre parafrasea un texto de Roberto Hugo Benson, en su The Lord of the World, II parte, capítulo II, párrafo IV:
“Todo lo que hemos hecho no ha podido evitar una pacificación del mundo sobre una base que no es Cristo. La intención de Dios y de sus Vicarios ha venido enderezada desde hace siglos a reconciliar a los hombres por los principios cristianos; pero rechazada una vez más la Piedra Angular, que es Cristo, ha surgido una unidad sin semejante y enteramente nueva en Occidente. Esto es lo más peligroso y funesto, precisamente por el hecho mismo de contener tantos elementos incontestablemente buenos. La guerra, según se cree, queda extinguida por largo tiempo, reconociendo al fin los hombres que la unión es más ventajosa que la discordia. Los bienes materiales se aumentan y amontonan, en tanto que las virtudes vegetan lánguidamente, despreciadas por los gobernantes y negligidas, en consecuencia, por las masas. La filantropía ha reemplazado a la caridad, la hartura de goces y comodidades a la esperanza de los bienes invisibles; la hipótesis científica a la fe…”

Y comenta: Esto dijo Silvestre IV; o mejor dicho, esto dirá dentro de algunos años, si la hipótesis de la pacificación en el Anticristo se verifica. Hacia esa pacificación se han apresurado solícitamente a comprometer al país y su limpia tradición nuestros representantes del pueblo.

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Para concluir: En la presente edad no será la Iglesia, mediante un triunfo del espíritu del Evangelio, sino Satanás, mediante un triunfo del espíritu apostático, quien ha de llegar a la pacificación total (aunque perversa, aparente y breve) y a un Reino que abarcará todas las naciones; pues el Reino mesiánico de Cristo será precedido del reino apóstata del Anticristo. (A modo de prólogo; en Decíamos Ayer).

Cuando las cosas del César estén completamente ganadas por y para el Anticristo, en ese momento…, por supuesto…, pero ya desde ahora, lo importante es dar a Dios lo que es Dios…

viernes, 11 de noviembre de 2011

jueves, 10 de noviembre de 2011

FRATENIDAD SACERDOTAL SAN PIO X

Original carta bouchacourt a los sacerdotes de la fsspx sobre la reunion de Albano



Martínez, 12 de octubre de 2011



Fraternidad Sacerdotal San Pío X
Distrito América del Sur
El Superior

Estimados Padres,

Recién volví de Roma hace unas horas y quiero comunicarles algunas
noticias relativas a la reunión a la que fuimos convocados por nuestro
Superior General, Mons. Fellay. Se trataba de una reunión de
información.

Según decía el comunicado que se publicó, concurrieron a la misma los
miembros del Consejo General, todos los Superiores de Distrito y tres de
los cuatro obispos.

En efecto Mons. Williamson no fue a Albano. También había sido convocado
a la reunión, pero Mons. Fellay había añadido dos condiciones: que
cierre su blog y mantenga el secreto sobre el contenido del preámbulo
que Roma entregó a la FSSPX. Mons. Williamson no accedió por lo menos a
una de las dos condiciones, y por el mismo hecho renunció a participar
de la reunión en Albano.

La sesión se desenvolvió en tres tiempos. En primer lugar Mons. Fellay
presentó un balance histórico de las relaciones con Roma. En segundo
lugar Mons. de Galarreta y el Padre de Jorna hablaron de las discusiones
doctrinales en Roma. Por último se presentó el preámbulo doctrinal
proporcionado por la Congregación para la Doctrina de la fe, firmado por
el Cardenal Levada.

No es necesario que recuerde los hechos históricos relativos a nuestras
relaciones con Roma. Uds. ya los conocen en lo esencial. Respecto a las
discusiones doctrinales, se estudiaron cuatro temas capitales: el Novus
Ordo Missae, la libertad religiosa, la eclesiología –Lumen Gentium, el
“subsistit in” y la colegialidad–, el Magisterio y la Tradición.

Nuestros contradictores no buscaron responder nuestros argumentos sino
que permanentemente intentaron demostrar que no existe ninguna ruptura
con la Tradición. Reconocieron que la libertad religiosa, la
colegialidad, etc. son nociones nuevas, pero –según dijeron– contenidas
implícitamente en la Tradición y explicitadas por el Concilio Vaticano.

El clima de las discusiones fue cordial, lo cual no impidió que cada uno
manifestara francamente sus posiciones. Nuestros contradictores
permanecieron herméticos a nuestros argumentos, por los menos
exteriormente.

El texto del documento entregado a Mons. Fellay y a sus Asistentes sigue
siendo confidencial. Sin embargo puedo comunicarles algunos elementos
relativos a su contenido. Tiene dos partes: un preámbulo doctrinal y un
breve proyecto de solución canónica para la FSSPX.

El preámbulo se basa sobre el protocolo de acuerdo que en su momento su
propuso a Mons. Lefebvre, pero en forma más restrictiva.

Se nos pide reconocer a la luz de Tradición católica al Vaticano II y a
las enseñanzas posteriores de los Papas hasta el día de hoy. Además
deberíamos aceptar, por un lado, el Catecismo de la Iglesia Católica,
que constituye un compendio de la doctrina conciliar, y por otro, el
Código de Derecho Canónico publicado en 1983, con una aplicación
adaptada a la disciplina particular otorgada a la FSSPX.
Asimismo deberíamos reconocer la legitimidad del Novus Ordo. Según las
explicaciones de los canonistas del Vaticano, la palabra “legitimo”
quiere decir “legal”… Esta no es la acepción recibida comúnmente.

Después seguiría una profesión de fe y un juramento de fidelidad.

Por último, si firmásemos este preámbulo, se nos otorgaría una prelatura
personal, parecida a la estructura canónica del Opus Dei.

Queda claro que este preámbulo, con el contenido que tiene, no puede ser
firmado, aunque se le aporten modificaciones. La situación de la Iglesia
conciliar, las declaraciones del Papa en Alemania, el próximo encuentro
en Asís manifiestan que la situación no es apropiada para firmar
semejante documento. Nos encontraríamos aplastados por el sistema, tal
como lo fueron las congregaciones “motu propio”.

Mons. Fellay mandará su respuesta dentro de unas semanas, y tal vez
publicará una declaración doctrinal que no tendrá nada que ver con la
que se nos presentó y no será aceptada por Roma.
Aunque existe una apertura canónica por parte de Roma, la situación
doctrinal en la Iglesia no ha cambiado.

Roma nos necesita, necesita que nos reunamos con ellos para demostrar
que el Vaticano II no está en ruptura con la Tradición, y para
neutralizar el ala progresista que anhela una ruptura manifiesta con la
Tradición. Está claro que no podemos seguir este camino. Debemos
mantenernos firmes y esperar que Roma dé nuevos pasos. Roma retrocede
cada vez más, pero todavía no lo suficiente.

¡Por lo tanto el combate continúa! Les pido que mantengan la
confidencialidad sobre el contenido de esta circular. Uds. pueden
informar a sus fieles que no se firmó nada y que la situación sigue
siendo idéntica a la que teníamos antes del 14 de septiembre. Cuando yo
visite sus prioratos les proporcionaré más detalles respecto a la
situación presente.

Por último quiero contarles que el lunes pasado fui a Roma para rezar
ante la Cátedra de San Pedro. También llegué a subir la Scala Santa,
pidiendo a Nuestro Señor que alcance a cada uno de nosotros, los
sacerdotes del Distrito, la fidelidad inquebrantable al combate llevado
por Mons. Lefebvre por el bien de las almas, de la Iglesia y de la
Tradición. Pensar en la tragedia que vive la Iglesia de hoy debe
estimular nuestro celo por la santificación de las almas que fueron
entregadas a nuestro cuidado.

Les aseguro mi oración fraterna en los Corazones de Jesús y María.
Padre Christian BOUCHACOURT

fuente:Radio Cristiandad

Reflexiones del Padre Meramo

P. BASILIO MÉRAMO: A PROPÓSITO DE ASÍS III

A PROPÓSITO DE ASÍS III
                             

Con motivo de la última reunión de Asís del 27 de Octubre de 2011 por Benedicto XVI, en el XXV aniversario de la primera por Juan Pablo II, el 27 de Octubre de 1986, conviene recordar las dos imágenes enviadas por Monseñor Lefebvre en su momento a Juan Pablo II, que muestran la gravedad del hecho que se vuelve una tradición en el error y la apostasía. Estas dos imágenes fueron a su vez saboteadas (pues no se repartieron) por el Padre Laguérie en Saint Nicolás de Chardonnet y por el Padre Aulagnier, Superior de Francia en aquel entonces.


LA IMPOSTURA DE ASÍS
"Santo Padre, quiera meditar estas imágenes, ya que ha permanecido sordo a los llamados angustiosos que le hemos dirigido filialmente.
Dígnese al menos a no faltar publica y gravemente al primer mandamiento de Dios; la salvación de su alma está en juego!
Predicad a Jesucristo, como los Apóstoles, aún al precio de sus vidas. Esto es el deseo ferviente y filial de aquellos que permanecen todavía católicos."
+ Marcel Lefebvre arzobispo-Obispo emérito de Tulle.

"…. Abriendo sus rangos a los adeptos que vienen a ellos desde las religiones más diversas, ellos (los francmasones) se vuelven más capaces de acreditar el gran error del tiempo presente, el cual consiste en relegar al rango de las cosas indiferentes la preocupación de la religión, y a poner sobre el pie de igualdad todas las formas religiosas. Luego, este principio, por sí solo, es suficiente para arruinar todas las religiones, y particularmente la religión católica, pues siendo la única verdadera, no puede, sin padecer la última de las injurias y de las injusticias, tolerar que las otras religiones le sean igualadas." (León XIII, Encíclica Humanum Genus 20 Abril 1884).


LA APOSTASÍA
Estas imágenes concebidas por Monseñor Lefebvfre quieren manifestar la enseñanza de la Escritura: El salmo 95 dice "Omnes dii Pentium daemonia" "Todos los dioses de los que no tienen la verdadera fe son demonios."
Nuestro Señor afirma en el Evangelio de San Juan 10, 9: "Yo soy la puerta…" no hay otra entrada para acceder al cielo.
San Pablo dice en la 1° Epístola a los corintios 8,5 "Porque aunque haya algunos que se llaman dioses, sea en el cielo, sea en la tierra - de esta clase hay muchos dioses y señores- . Mas para nosotros no hay sino un solo Dios, el Padre, de quien vienen todas las cosas y para quien somos nosotros; y un solo Señor Jesucristo, por quien son todas las cosas y por quien somos nosotros."


Igualmente a los Efesios 4,5 "No hay sino un Señor, una Fe, un Bautismo, un Dios, Padre de todos, el cual es sobre todo, que obra en todos y que está en todos."
No se elimina impunemente a este único Señor.
También es muy ilustrativa la siguiente imagen de Santa Hildegarda de Bingen (1089-1179) abadesa, en su libro de las visiones "Scivias", que significa Conoce los Caminos.

Una imagen vale más que mil palabras

La imagen es muy significativa, pues la mujer representa la Iglesia, pero esta ensangrentada y aparece una cabeza monstruosa que sale de su seno. Es clara la alusión al Anticristo religioso o Pseudoprofeta, y está en consonancia con lo que advirtió Nuestra Señora de La Salette: "Roma perderá la fe y será la sede del Anticristo."


Monseñor Lefebvre no descartó nunca la posibilidad teológica de un falso Papa o Antipapa; aunque nunca quiso zanjar el tema.
En su Sermón del Domingo de Pascua del 30 de marzo de 1986, Monseñor Lefebvre dijo: "Nos encontramos verdaderamente frente a un dilema gravísimo, que creo no se planteó jamás en la Iglesia: que quien está sentado en la Sede de Pedro participe en cultos de falsos dioses; creo que esto no sucedió jamás en toda la historia de la Iglesia. ¿Que conclusión deberemos quizás sacar dentro de algunos meses ante estos actos repetidos de comunión con falsos cultos? No lo sé. Me lo pregunto. Pero es posible que estemos en la obligación de creer que este Papa no es Papa. No quiero decirlo aún de una manera solemne y formal, pero parece, sí, a primera vista, que es imposible que un Papa sea hereje pública y formalmente".
También dijo el 15 Abril de 1986, en el marco de una conferencia Espiritual en Ecône: "¿el Papa es aún Papa cuando es hereje? ¡Yo no sé, no zanjo! Pero pueden plantearse la cuestión ustedes mismos. Pienso que todo hombre juicioso debe plantearse la cuestión. No sé. Entonces, ahora, ¿es urgente hablar de esto?…


Se puede no hablar, obviamente… Podemos hablar entre nosotros, privadamente, en nuestras oficinas, en nuestras conversaciones privadas, entre seminaristas, entre sacerdotes…


¿Es necesario hablar a los fieles? Muchos dicen: — No, no habléis a los fieles. Van a escandalizarse. Eso va a ser terrible, eso va a ir lejos…
Bien. Yo dije a los sacerdotes, en París, cuando los reuní, y luego a vosotros mismos, ya os había hablado, yo dije: pienso que, muy suavemente, es necesario, a pesar de todo, esclarecer un poco a los fieles…
No digo que sea necesario hacerlo brutalmente y lanzar eso como condimento a los fieles para asustarlos… No. Pero pienso que, a pesar de todo, es una cuestión precisamente de fe. Es necesario que los fieles no pierdan la fe. Estamos encargados de guardar la fe de los fieles, de protegerla.
Van a perder la fe… incluso nuestros tradicionalistas. Incluso nuestros tradicionalistas no tendrán ya la fe en Nuestro Señor Jesucristo. ¡Ya que esta fe se pierde! Se pierde en los sacerdotes, se pierde en los obispos."


Esto es lo que el Padre Schmidberger (anterior Superior General, después Primer Asistente y hoy Superior de Alemania y amigo de Benedicto XVI) ha logrado anular y hacer incluso un tema tabú, y una etiqueta nefanda, para descalificar cualquier sana reacción que pusiera en entredicho la legitimidad de la autoridad modernista. Esto es lo que Roma apóstata a todo precio quiere soslayar, pues nada les sería peor que se niegue o se ponga al menos en duda su legitimidad.


Roma perderá la Fe y será la Sede del Anticristo. Asís reiterado una tercera vez es la realización abominable de esta profecía de la Bienaventurada Virgen María Madre de Dios y Madre de la Iglesia Católica.
Ella tuvo un solo y único Hijo y sería impío y blasfemo adjudicarle otros, como sería el caso al igualar la Religión Católica con todas las otras falsas religiones cuyo autor es Satanás como reza el Salmo 95. Pues si se pone en pie de igualdad las religiones, se equiparan sus fundadores, igualando a Cristo con Mahoma, Buda, etc.


Nuestra Señora que es la gran profetiza con su Magnificat como lo señala San Basilio el Grande (lectura 3° Maitines del mes de Noviembre del Breviario, para el oficio de la Virgen en Sábado) y la fiesta de Cristo Rey condenan, por sí mismas, la reunión interreligiosa por la paz (la falsa paz del Anticristo) realizada una vez más en Asís. Esto es la reiterada Apostasía de la Nueva Iglesia postconciliar, contra los hechos no valen argumentos, más aun habiéndolo dicho y profetizado Nuestra Señora de La Salette.
Por esto Monseñor Lefebvre a su vez dijo "Roma está en la apostasía"(1), también afirmó que "la Cátedra de Pedro y los cargos de autoridad en Roma están ocupados por anticristos"(2), y además advirtió "No somos nosotros si no los modernistas los que salen de la Iglesia. En cuanto a decir salir de la Iglesia visible, es equivocarse asimilando Iglesia oficial a Iglesia visible. (…) ¿Salir, por lo tanto, de la Iglesia oficial? En cierta medida, sí, obviamente. (…) Es increíble que se pueda hablar de Iglesia visible en relación con la Iglesia conciliar y en oposición con la Iglesia Católica que nosotros intentamos representar y seguir."(3)


En la misma línea, el eximio Cardenal Pie había profetizado "La Iglesia, sociedad sin duda siempre visible, será cada vez más llevada a proporciones simplemente individuales y domésticas." (4)
Esto nos lleva a considerar la Iglesia reducida a un pequeño rebaño (Pusillus Grex) como dijo San Lucas en 12,32; casi sin pastores y con la única gran y bienaventurada esperanza, como dice San Pablo (Tit. 2,13) en la Parusía o Segunda Venida de Cristo Rey con todo el poder de su Gloria y Divina Majestad.



P. Basilio Méramo


Bogotá, Noviembre 10 de 2011




[1] Conferencia en el retiro sacerdotal en Ecône Septiembre de 1987
[2] Carta a los futuros Obispos, 29 de agosto de 1987
[3] Fideliter No. 66 Noviembre-Diciembre de 1988
[4] Le Cardinal Pie de A à Z, Édition de Paris 2005 p. 187

fuente:Radio Cristiandad

sábado, 5 de noviembre de 2011

SERMONES DEL PADRE JUAN CARLOS CERIANI


DOMINGO VIGESIMOPRIMERO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

De la Carta del Apóstol 
San Pablo a los Efesios
 (6, 10-17): "Hermanos: fortaleceos en el Señor y en el poder de su virtud. Revestíos de la armadura de Dios para poder resistir a las acechanzas del Diablo. Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal, que están en las alturas. Por eso, tomad las armas de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y después de haber vencido todo, manteneros firmes. ¡En pie!, pues; ceñida vuestra cintura con la Verdad, y revestidos de la Justicia como coraza, calzados los pies con el Celo por el Evangelio de la paz, embrazando siempre el escudo de la Fe, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del Maligno. Tomad, también, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios."


A la luz radiante de la Realeza de Nuestro Señor Jesucristo, bajo la protección y amparo de María Reina, y animados por las palabras de San Pablo de la Epístola de hoy, reflexionemos sobre la hora presente.


El catolicismo está empeñado en la lucha más vasta y más dura que haya tenido que enfrentar jamás.


Por fuera, un asedio de pseudo teología, de sistemas filosóficos, de errores, de inmoralidad y corrupción se abate sobre sus murallas…


Al interior, una ligereza, una indiferencia, un cansancio, cuando no la traición o las herejías que socavan la fortaleza…


¡Esta es la tremenda realidad de la hora actual!


Todos somos conscientes y todos estamos en angustiosa espera de lo que ha de suceder… porque la historia tiene su lógica y las ideas y las costumbres tienen una fuerza ineludible…


Todos los hombres y todas las instituciones, incluso sin que les interese la respuesta, aunque más no sea preocupados por sus intereses temporales, se hacen a sí mismos una idéntica pregunta: ¿Hacia dónde vamos?… ¿Qué pasa?…


Los políticos, los economistas, los militares, los moralistas, los psicólogos y psicoanalistas…, incluso los artistas, los deportistas… se preguntan: ¿A dónde vamos?… ¿Qué pasa?…


¿A dónde vamos?… ¿Qué pasa?… se preguntan políticos, economistas, patronos, obreros, maestros, alumnos, ancianos, jóvenes, hombres y mujeres…


Y aunque no han podido responder con certeza, sino tan sólo con el encogimiento de hombros de la incertidumbre o la duda, todos ellos se aprestan con diligencia a tomar posiciones y a preparar el ataque o la defensa.


Todos, con calor, con prisa, sin reparar en medios ni en riesgos, se preparan para la lucha.


Pero, como la lucha que tan inquieto y convulso tiene al mundo contemporáneo no es un pleito meramente político, económico o social, sino que más que todo eso y fundamentalmente es un problema religioso, también los hombres religiosos se preguntan: ¿Qué pasa?… Pero, ¿a dónde vamos?…


¡Sí!, también los hombres verdaderamente religiosos, a los que la religión les interesa realmente, aunque practiquen una falsa religión, sean budistas, judíos, musulmanes, protestantes, ortodoxos…, se preguntan: ¿Qué pasa?… Pero, ¿a dónde vamos?…


Mas, precisamente, porque el problema es religioso, porque es asunto de dogma y moral, de si hay o no Dios, de si Jesucristo es o no el Rey de reyes y el Señor de los señores, de si la Iglesia Católica es o no la única verdadera y la única que puede con su doctrina conducir al hombre a la felicidad eterna…, solamente el católico tiene la respuesta al interrogante que tanto conmueve al mundo…


Y aquí es donde debemos detenernos para reflexionar…


Ante esta pobre sociedad que se desmorona y que no sabe si avanza o retrocede; ante esta humanidad envilecida por el dinero, el sexo, el alcohol, la droga…; ante estos hombres y mujeres temerosos del presente y desanimados por el futuro… ¿sabemos dar respuesta a la cuestión planteada?


No nos sorprenda la pregunta. A pesar del desprecio con que, no sólo esa pobre sociedad, sino también incluso los pastores y hombres de Iglesia parecen prescindir del catolicismo genuino en la solución de la enfermedad… en definitiva, solamente el católico tiene la respuesta al interrogante que tanto conmueve al mundo…, sólo la religión católica es la única que puede darle la solución de una manera eficaz…


Como la esencia del problema es de índole dogmático y moral, la solución tendrán que tratarla: de un lado, el catolicismo verdadero, único depositario de una doctrina divina e infalible; y del otro lado, los secuaces de la Revolución, estén fuera o dentro de los límites visibles de la Iglesia de Cristo…


La Hermana Lucía constantemente se refería al tema de la desorientación diabólica, especialmente entre la Jerarquía Católica:


“La desorientación es diabólica”, escribió Sor Lucía el 29 de diciembre de 1969.


La desorientación es doctrinal: “en estos tiempos de desorientación diabólica, no nos dejemos engañar por falsas doctrinas”, escribió el 12 de abril de 1970.


“¡Es doloroso ver tanta desorientación, y en tantas personas que ocupan cargos de responsabilidad! Son como ciegos guiando a otros ciegos”,
escribió el 16 de septiembre de 1970.


Sólo hay una barrera sólida que detenga la avalancha, la invasión del mal: Dios y su Cristo; Cristo y su Iglesia.


Sólo una idea divina puede contener y vencer una idea diabólica…, las armas, la ciencia, la política, la economía, sin la religión, ¡jamás!


Por eso en la hora presente, vale la pena ser católico.


En nuestros días, el martirio es silencioso, más largo, más lento, más refinado; no tiene el contrapeso ni el consuelo de la comprensión dentro de los umbrales de la Iglesia; no tiene siquiera el alivio de pensar que el verdugo es un extraño, un pagano, un bárbaro, porque ahora es un cristiano, un apóstata, un traidor…


¡Católicos!, herederos del tesoro de la Cristiandad… ¡Católicos!, descendientes de la Europa cristiana… ¡Católicos!, sucesores de los conquistadores y misioneros de la hidalga Hyspania, Dios nos ha puesto frente a un dilema: o ser santos, o desaparecer…


En la hora presente, quien quiera ser católico en serio, debe tener alma de héroe y de santo… o si no se hundirá en el fracaso, en la apostasía y en la traición.


Quien quiere practicar hoy el catolicismo verdadero, se adelanta no sólo para ser fiel a un llamamiento divino, sino como quien lanza una protesta contra el catolicismo tibio, neutral, despreocupado…


Quien quiera impregnar toda su actividad de catolicismo, lo hace por caballerosidad hacia su Rey desterrado… Lo hace por lanzar un desafío a la sociedad sensual, muelle, servil… Lo hace atraído por esa vida única que merece el nombre de tal: desinteresada, llena de ideales, que configura con Cristo…


Todo esto constituye la más soberana de las hermosuras. Pero al mismo tiempo constituye una responsabilidad.


Por lo cual, debemos prepararnos por la oración, la mortificación, la práctica de las virtudes, para esa hora cuyo peso únicamente los arcángeles podrán llevar sobre sus hombros.


Como escribió Santa Teresa:


Todos los que militáis

debajo desta bandera,

ya no durmáis, no durmáis,

pues que no hay paz en la tierra.

Y como capitán fuerte

quiso nuestro Dios morir,

comencémosle a seguir,

pues que le dimos la muerte.

¡Oh, qué venturosa suerte

se le siguió desta guerra!

Ya no durmáis, no durmáis,

pues Dios falta de la tierra.

Con grande contentamiento

se ofrece a morir en cruz,

por darnos a todos luz

con su grande sufrimiento.

¡Oh glorioso vencimiento!

¡Oh dichosa aquesta guerra!

Ya no durmáis, no durmáis,

pues Dios falta de la tierra.

No haya ningún cobarde,

aventuremos la vida,

pues no hay quien mejor la guarde

que el que la da por perdida.

Pues Jesús es nuestro guía,

y el premio de aquesta guerra;

ya no durmáis, no durmáis,

porque no hay paz en la tierra.

Ofrezcámonos de veras

a morir por Cristo todos.

Y en las celestiales bodas

estaremos placenteros;

sigamos estas banderas,

pues Cristo va en delantera,

no hay que temer, no durmáis,

porque no hay paz en la tierra.


&&&


Aunque sean tantos y tan graves los males que sufrimos, y tal vez mayores aún los que nos aguardan, no decaiga nuestro ánimo… Tenemos como Patrona y Abogada a la Santísima Virgen.


María interviene en favor de la Iglesia y en Ella hemos de fundar la razón de toda nuestra esperanza. La Cristiandad no ha dado un paso hacia el bien sin María.


Basta ir recorriendo las páginas más salientes de la historia de la Iglesia para convencerse de la eficaz protección de la Virgen Madre de Dios, que acompañó todos los hechos más importantes del cristianismo.


¿Por qué dudar, entonces, que también en la actualidad intervendrá con su poder y patrocinio, si le hacemos humildes y constantes súplicas?


Confiemos en la Santísima Virgen María. Ella, la Madre y Reina de todas y cada una de las naciones católicas; Ella Soberana de la Europa cristiana, de la Cristiandad; Ella la Reina de Méjico y la Emperatriz de América; Ella, al igual que en el Pilar, Guadalupe, Lourdes y Fátima…, y en cada uno de nuestros santuarios, continúa aplastando la cabeza del dragón infernal y nos ha prometido que al fin su Corazón Inmaculado triunfará.


&&&


San Luis María nos enseña que «Por la Santísima Virgen Jesucristo ha venido al mundo y también por Ella debe reinar en él. Por María ha comenzado la salvación del mundo y por María debe ser consumada. Principalmente en estos últimos tiempos, María debe ser terrible al diablo y a sus secuaces como un ejército en orden de batalla».


Y el Santo se pregunta: «¿Cuándo vendrá este tiempo feliz en el que la divina María será establecida Dueña y Soberana en los corazones, para someterlos plenamente al imperio de su grande y único Jesús? ¿Cuándo vendrá ese tiempo feliz y ese siglo de María, en el que muchas almas elegidas y obtenidas por María del Altísimo, sumergiéndose ellas mismas en el abismo de su interior, llegarán a ser copias vivientes de María, para amar y glorificar a Jesucristo?» Y responde: «Este tiempo vendrá sólo cuando se conozca y se practique la devoción que enseño» Y concluye de modo categórico: «Ut adveniat regnum tuum, adveniat regnum Mariæ»…


&&&


Cabe recordar aquí lo que Sor Lucía de Fátima dijo al Padre Agustín Fuentes en diciembre de 1957:


Padre, el demonio está librando una batalla decisiva contra la Virgen; y como sabe qué es lo que más ofende a Dios y lo que, en menos tiempo, le hará ganar mayor número de almas, está tratando de ganar a las almas consagradas a Dios, ya que de esta manera también deja el campo de las almas desamparado, y el demonio más fácilmente se apodera de ellas.


Padre, no esperemos que venga de Roma una llamada a la penitencia, de parte del Santo Padre, para todo el mundo; ni esperemos tampoco que venga de parte de los señores Obispos cada uno en su diócesis; ni siquiera tampoco de parte de las Congregaciones Religiosas. No; ya Nuestro Señor usó muchas veces estos medios, y el mundo no le ha hecho caso.


Por eso, ahora que cada uno de nosotros comience por sí mismo su reforma espiritual; que tiene que salvar no sólo su alma, sino salvar a todas las almas que Dios ha puesto en su camino…


Padre, la Santísima Virgen no me dijo que nos encontramos en los últimos tiempos del mundo, pero me lo dio a demostrar por tres motivos:


El primero, porque me dijo que el demonio está librando una batalla decisiva con la Virgen y una batalla decisiva, es una batalla final en donde se va a saber de qué partido es la victoria, de qué partido es la derrota. Así que ahora, o somos de Dios, o somos del demonio; no hay término medio.


Lo segundo, porque me dijo, tanto a mis primos como a mí, que dos eran los últimos remedios que Dios daba al mundo; el Santo Rosario y la devoción al Inmaculado Corazón de María. Y, al ser los últimos remedios, quiere decir que son los últimos, que ya no va a haber otros.


Y tercero, porque siempre en los planos de la Divina Providencia, cuando Dios va a castigar al mundo, agota antes todos los demás medios; y cuando ha visto que el mundo no le ha hecho caso a ninguno de ellos, entonces, como si dijéramos a nuestro modo imperfecto de hablar, nos presenta con cierto temor el último medio de salvación, su Santísima Madre.


Mire Padre, la Santísima Virgen, en estos últimos tiempos en que estamos viviendo, ha dado una nueva eficacia al rezo del Santo Rosario. De tal manera que ahora no hay problema, por más difícil que sea, sea temporal o sobre todo espiritual, que se refiera a la vida personal de cada uno de nosotros; o a la vida de nuestras familias, sean familias del mundo o Comunidades Religiosas; o la vida de los pueblos y naciones.


No hay problema, repito, por más difícil que sea, que no podamos resolver ahora con el rezo del Santo Rosario.


Con el Santo Rosario nos salvaremos, nos santificaremos, consolaremos a Nuestro Señor y obtendremos la salvación de muchas almas. Y luego, la devoción al Corazón Inmaculado de María, Santísima Madre, poniéndonosla como sede de la clemencia, de la bondad y el perdón; y como puerta segura para entrar al cielo. Esta es la primera parte del Mensaje referente a Nuestra Señora de Fátima; y la segunda parte, que, aunque es más breve, no es menos importante, se refiere al Santo Padre.


&&&


Recemos, pues, nosotros e imploremos: ¡Oh, María!, Reina y Soberana Nuestra, escucha nuestra plegaria y acelera el triunfo de tu Corazón Inmaculado. Amén.


¡Para que advenga el Reino de tu Hijo divino, advenga el Reino de tu Corazón Inmaculado!


Y como decía Hernán Cortés:


“Adelante, compañeros, que Dios y Santa María están con nosotros”.

fuente:Radio Cristiandad

viernes, 4 de noviembre de 2011

Para Pensar


Juan el Tonto

Había una vez un tonto llamado Juan, quien aparentaba creer todo lo que le decían, aunque fueran las mentiras más grandes del mundo. Tenía ese tonto por patrón a un hombre muy bromista. En cierta ocasión, y como deseaba reírse de su peón, lo invitó para que fuera a su casa, donde comerían juntos, pues le dijo que había carneado un chancho.
Juan fue, y en lo que estaban asando unos chorizos, el patrón le dice al tonto:
-Juan, ¿cómo se llama esto? (señalando los pantalones).
-Pantalones.
-No tonto, esto se llama garabalata – responde el patrón.
-Garabalata –dice Juan, y se calla.
Al rato le pregunta, señalando las alpargatas:
-Juan, ¿cómo se llama esto?
-Alpargatas -dice el tonto.
-No hombre, eso se llama chirimique –dice el patrón.
-Chirimique –repite Juan.
Luego, señalando un gato, el patrón le pregunta:
-¿Y aquello cómo se llama?
-Gato.
-No, se llama ave que caza ratas –corrige el patró.
-¡Oh!, ¡ave que caza ratas!
-Así es, y esto (señalando el fuego) ¿cómo se llama?
-Fuego – replica Juan.
-No, se llama alumbrancia.
-Alumbrancia –repite Juan.
No contento con esto, el patrón continúa haciendo preguntas a su peón y corrigiendo todo lo que éste dice. Le pregunta de nuevo, indicando un balde con agua que había allí:
-¿Y esto, cómo se llama?
-Agua.
-No hombre, se llama clarancia.
-¡Ah, clarancia.
Permanecieron callados un rato, y el patrón que se había propuesto hacer enojar al tonto, sin conseguirlo, continuó con su bromas diciéndole:
-Oye, Juan, ¿cómo se llama esto? (señalando un inmenso trigal).
-Trigo.
-No, eso se llama bitoque –informa el patrón.
-Bitoque, repite Juan.
-¿Y eso?
-Burro –contesta Juan.
-No hombre, eso se llama filitroque.
-¡Ah! Filitroque.
Por último señalando unos chorizos, el patrón pregunta:
-¿Cómo se llama esto?
-Chorizos.
-No, tonto, eso se llama filitraca –corrige el patrón.
-¡Ah! filitraca.
Al cabo un momento de permanecer callado, el patrón da las buenas noches a Juan y se retira a dormir, riéndose de las tonterías que le había dicho a su peón; éste piensa en vengarse del bromista.
Quedó Juan sentado junto al fuego, meditando, cuando al cabo de un rato cayó una enorme brasa en el lomo de un gato que dormía al lado del fuego; el gato, al sentir que se le quemaba el lomo, salió corriendo en dirección al trigal. Juan todo asustado al ver que comenzaba a incendiarse el trigo, grito a su patrón:
-Patrón, póngase los chirimiques y también las garabalatas, que el ave que caza ratas se ha vestido con alumbrancia, y si no viene con clarancia se le quema el bitoque. Yo me voy en filitroque y me llevo la filitraca.
El tonto aprovechó la ocasión para llevarse todos los chorizos y huyó montado en el burro. Cuando el patrón salió, ya el trigal estaba invadido por las llamas.


Moraleja: No debemos desestimar a nuestro projimo,ni burlarnos de el ya que Dios de la misma forma que hizo hablar una burra puede sucitar sabios de las piedras contal de castigar a los soberbios...

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Dia de los Fieles Difuntos

Gustavo Adolfo Bécquer

Rima LXXII

"¡Qué solos se quedan los Muertos!"




Cerraron sus ojos
que aún tenía abiertos,
taparon su cara 
con un blanco lienzo, 
y unos sollozando, 
otros en silencio, 
de la triste alcoba 
todos se salieron. 

La luz que en un vaso 
ardía en el suelo, 
al muro arrojaba 
la sombra del lecho; 
y entre aquella sombra 
veíase a intérvalos 
dibujarse rígida 
la forma del cuerpo. 
Despertaba el día, 
y, a su albor primero, 
con sus mil rüidos 
despertaba el pueblo. 
Ante aquel contraste 
de vida y misterio, 
de luz y tinieblas, 
yo pensé un momento: 
¡Dios mío, qué solos 
se quedan los muertos! 

De la casa, en hombros 
lleváronla al templo 
y en una capilla 
dejaron el féretro. 
Allí rodearon 
sus pálidos restos 
de amarillas velas 
y de paños negros. 


Al dar de las Ánimas 
el toque postrero, 
acabó una vieja 
sus últimos rezos, 
cruzó la ancha nave, 
las puertas gimieron, 
y el santo recinto 
quedóse desierto. 


De un reloj se oía 
compasado el péndulo, 
y de algunos cirios 
el chisporroteo. 
Tan medroso y triste, 
tan oscuro y yerto 
todo se encontraba 
que pensé un momento: 
¡Dios mío, qué solos 
se quedan los muertos! 


De la alta campana 
la lengua de hierro 
le dio volteando 
su adiós lastimero. 
El luto en las ropas, 
amigos y deudos 
cruzaron en fila 
formando el cortejo. 


Del último asilo, 
oscuro y estrecho, 
abrió la piqueta 
el nicho a un extremo. 
Allí la acostaron, 
tapiáronle luego, 
y con un saludo 
despidióse el duelo. 


La piqueta al hombro 
el sepulturero, 
cantando entre dientes, 
se perdió a lo lejos. 
La noche se entraba, 
el sol se había puesto: 
perdido en las sombras 
yo pensé un momento: 
¡Dios mío, qué solos 
se quedan los muertos! 


En las largas noches 
del helado invierno, 
cuando las maderas 
crujir hace el viento 
y azota los vidrios 
el fuerte aguacero, 
de la pobre niña 
a veces me acuerdo. 


Allí cae la lluvia 
con un son eterno; 
allí la combate 
el soplo del cierzo. 
Del húmedo muro 
tendida en el hueco, 
¡acaso de frío 
se hielan sus huesos...! 

* * * 

¿Vuelve el polvo al polvo? 
¿Vuela el alma al cielo? 
¿Todo es sin espíritu, 
podredumbre y cieno? 
No sé; pero hay algo 
que explicar no puedo, 
algo que repugna 
aunque es fuerza hacerlo, 
el dejar tan tristes, 
tan solos los muertos.