En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: Había un hombre rico que tenía un mayordomo, y éste fue acusado delante de él como disipador de sus bienes. Y le llamó y le dijo: ¿Qué es esto que oigo decir de ti? Da cuenta de tu mayordomía porque ya no podrás ser mi mayordomo. Entonces el mayordomo dijo entre sí: ¿Qué haré porque mi señor me quita la mayordomía? Cavar no puedo, de mendigar tengo vergüenza. Yo sé lo que he de hacer, para que cuando fuere removido de la mayordomía me reciban en sus casas. Llamó, pues, a cada uno de los deudores de su señor, y dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi señor?Y éste le respondió: Cien barriles de aceite. Y le dijo: Toma tu escritura, y siéntate luego, y escribe cincuenta. Después dijo a otro: ¿Y tú, cuánto debes? Y él respondió: Cien coros de trigo. Él le dijo: Toma tu vale y escribe ochenta. Y alabó el señor al mayordomo infiel, porque había obrado sagazmente; porque los hijos de este siglo, más sabios son en su generación, que los hijos de la luz. Y yo os digo: Que os ganéis amigos con las riquezas de iniquidad, para que cuando falleciereis, os reciban en las eternas moradas.
Había un hombre rico que tenía un mayordomo, y éste fue acusado delante de él como disipador de sus bienes…
En esta parábola, llamada del mayordomo infiel, tenemos que considerar primero ¿quién es este hombre rico?, ¿quién es su mayordomo?, ¿en qué manera desperdiciaba sus bienes? y ¿cómo es difamado delante de su señor?
Este hombre rico representa a Dios nuestro Señor, cuyas son todas las riquezas del Cielo y de la tierra.
De dichos tesoros gozan los Ángeles y los hombres, y son de tres clases:
Unas son riquezas corporales, que sirven al cuerpo para su mantenimiento, como la comida, el albergue y el vestido.
Otros son patrimonios espirituales, que adornan y enriquecen el espíritu con la gracia y las virtudes.
Otros son capitales eternos, con los cuales son premiados los justos en el Cielo.
Estos tesoros los reparte Dios a los hombres, y las primeras la da a buenos y malos, fieles e infieles; las segundas, solamente a los fieles, y algunas sólo a los justos; las últimas a los bienaventurados únicamente.
Debemos pedir a Dios que nos conceda usar de tal manera de las riquezas temporales que no perdamos las espirituales, y que negociemos con éstas de modo que podamos obtener las eternas.
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El mayordomo de este soberano Señor es el hombre, a quien entrega el gobierno de las riquezas que posee, así del cuerpo como del alma.
Aunque le da verdadero dominio de algunas, sigue siendo siempre mayordomo, porque su dominio no es absoluto, sino sujeto al dominio de Dios y de sus leyes.
Tampoco puede lícitamente distribuir ni usar de los bienes que tiene, si no es conforme a la voluntad del supremo Señor que se los dio.
Y a este Señor ha de dar cuenta y razón de todo; y eso el día que Él disponga pedírselo; para lo cual hay libro de recibo y gasto, en que se asienta lo que se nos da y el modo como lo distribuimos.
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Más allá de si la denuncia respondía o no a la realidad de los hechos, aquel mayordomo es acusado de desperdiciar los bienes de su Señor, gastándolos o usando de ellos contra la voluntad de su señor.
La intención de Nuestro Señor en esta primera parte de la parábola es hacernos reflexionar sobre el uso de los bienes recibidos: si lo hacemos contra su divina voluntad y contra los preceptos que nos ha puesto en su santa ley.
Desperdicio el manjar si le como por gula; y el vestido, si uso de él para sola jactancia; y el dinero, si lo gasto en cosas prohibidas, o si lo detengo y no lo reparto a los pobres cuando Dios lo manda, y de la misma manera desperdicio la vida y la salud, los sentidos y potencias del alma, cuando los empleo en cosa que sea ofensa del que me los dio.
Desperdiciar las riquezas materiales y espirituales, con el riesgo de perder las eternas…
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Por estas cosas viene el mayordomo a ser difamado delante de su señor; porque nuestra buena o mala fama para con Dios depende de nuestras obras, y no de los dichos de los hombres.
Nuestras acciones nos acreditan o desacreditan, honran o infaman a los ojos de Dios.
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Sin más, pide el señor cuenta a su mayordomo y le quita el cargo: le llamó su señor y le dijo: ¿Qué es lo que oigo decir de ti? Dame cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás hacer oficio de mayordomo.
La actitud de este hombre rico, por la noticia que tuvo de que su mayordomo desperdiciaba los bienes, es una figura del clamor de nuestros pecados, que llegan al Tribunal de Dios, y de que se nos llame a que le demos cuenta.
Este llamamiento suele suceder en dos maneras.
La primera es terribilísima, cuando llama Dios a los pecadores tan de repente, que no tienen aviso de que se mueren, ni tiempo de aparejarse para la cuenta que han de dar.
La otra manera es llamada poco a poco, por medio de alguna enfermedad, la cual es aviso de la muerte y da lugar de aparejarse para la cuenta. En virtud del cual nos trae a la memoria todos los pecados de que estamos difamados delante de Él, para que oyendo el cargo, demos el descargo con tiempo, porque, si no, en el instante de la muerte nos la dirá para convencernos de la culpa y sentenciarnos por ella.
Por tanto, oigamos la voz de Dios, que con sus inspiraciones y recuerdos interiores nos dice:
¿Qué pecados son estos que haces?
¿Qué tibieza es esta en que vives?
¿Qué olvido es este que traes de tu salvación?
¿Qué descuido es este que tienes en tu oficio y en las cosas que te he encomendado?
Escuchemos, pues, esta palabra y enmendemos con tiempo lo que Dios nos avisa por ella, porque si no estuviésemos enmendados a la hora de la muerte, la palabra que ahora nos dice para nuestra salvación, entonces nos la dirá para nuestra condenación.
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Luego, tengamos en cuenta aquellas palabras tremendas: Da cuenta de tu mayordomía porque ya no podrás ser mi mayordomo; que es decir:
Dame cuenta de la casa de este mundo que creé para tu morada; de las plantas y animales que hice para tu sustento; de los tesoros y riquezas, oficios y dignidades que has tenido; de los años de vida, salud, fuerzas y talentos que te he dado.
Dame cuenta de los pensamientos que has revuelto por tu memoria, de las palabras que han salido de tu boca, de las obras que has hecho con tus manos, y de los pasos que has andado con tus pies, y de todos los afectos y deseos que has fraguado dentro de tu corazón.
Finalmente, dame cuenta de todo lo que pertenece al oficio de mayordomo, porque ya no podrás hacerle más; ya pasó el día en que podías negociar, y viene la noche en que no se puede merecer; ya es llegada la hora en que, mal que te pese, has de ser presentado ante mi tribunal para dar razón de lo que has hecho viviendo en ese cuerpo y recibir premio o castigo por ello.
Esta palabra hemos de traer siempre delante de los ojos, pues es cierto que ha de llegar hora en que se nos ha de decir, y es gran cordura vivir tan bien apercibido, que podamos dar buena cuando fuésemos llamados.
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La parábola continúa dando a conocer la actitud del mayordomo; en la cual hemos de ver, en cuando a la corteza de la parábola, la representación de un género de hombres astutos y sagaces para sus negocios.
Y en este sentido, no trae Cristo Nuestro Señor el hecho de este mayordomo para que lo imitemos, sino para que al considerar la providencia que tuvo en remediar con tiempo las necesidades del cuerpo, aprendamos a ser prudentes en remediar las del alma; porque los hijos de este siglo aventajan en la prudencia que tienen para sus negocios temporales a la que tienen los hijos de la luz para los eternos; y de este modo podamos aprender de ellos.
¡Sí!, miremos la prudencia de los mundanos en su modo de vida mundana, y confundámonos de ver la que nos falta en la nuestra religiosa y cristiana.
Aquéllos son diligentes para el vicio, nosotros perezosos para la virtud; aquellos se desvelan en inventar medios para cumplir sus malos intentos, nosotros nos echamos a dormir, descuidando de cumplir nuestros buenos propósitos; aquéllos sin dilación hacen luego cuanto pueden, aunque sea trabajoso, nosotros con dilaciones de día en día no hacemos lo que podríamos, aunque sea fácil.
Avergoncémonos, pues, de ser menos prudentes para lo eterno que éstos lo son para lo temporal, y dejando lo malo que tienen, imitemos con espíritu lo bueno, proveyendo con tanto fervor lo necesario para nuestra alma, como ellos proveen lo necesario para su cuerpo.
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Luego ponderaré el espíritu que está encerrado en el hecho de este mayordomo; en el cual se apuntan varios ejercicios para granjear la vida eterna.
Unos hay que la granjean cavando, esto es, tomando por principal asunto la penitencia y mortificación de su carne con grandes rigores y asperezas.
Otros hay que granjean la vida eterna mendigando, esto es, tomando por principal asunto el ejercicio de la contemplación y oración, en la cual no se hace otra cosa que mendigar y pedir a Dios y a sus Santos lo necesario para la salvación y perfección.
Los que no son para ninguno de estos dos modos de vida, resta que tomen otro tercer modo de granjear la vida eterna con limosnas y obras de misericordia, corporales y espirituales, conformes a su talento y capacidad; porque con estas obras de caridad y misericordia se alcanza de Nuestro Señor perdón de pecados y dones grandes de su gracia en esta vida, y después el premio de la vida eterna.
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Esto es lo que Cristo nuestro Señor infirió de esta parábola, diciendo: Y yo os digo: Que os ganéis amigos con las riquezas de iniquidad, para que cuando falleciereis, os reciban en las eternas moradas.
En estas palabras llama riquezas de iniquidad a las riquezas temporales, aunque sean lícitamente adquiridas, porque solamente las tienen por riquezas los malos, que ponen en ellas su descanso, y llaman bienaventurados a sus poseedores; pero los justos perfectos las tienen por basura, y huyen de ellas porque son ocasión de innumerables males de culpa y pena a los que desordenadamente las aman.
Pero, a pesar de esto, pueden ser instrumento de ganar las riquezas espirituales siguiendo el consejo que Nuestro Señor da aquí a los ricos, diciéndoles que ganen con ellas amigos, para que cuando fallecieren los reciban en las eternas moradas, ejercitando con los pobres todas las obras de misericordia, las cuales son amigos fidelísimos-y poderosos para negociar con nuestro Señor.
Y esto nos ha de mover a dar infinitas gracias al que tal cambio y trueque ha ordenado, dándonos facultad de poder con tanta facilidad trocar lo terreno por lo celestial, y con riquezas tan viles, como son las de la tierra, poder granjear dos suertes de amigos que nos negocien las del Cielo; es a saber, obras de misericordia que, puestas en el seno del pobre, oran por nosotros, los mismos pobres, cuyas oraciones oye Dios cuando ruegan por quien les hace bien.
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Para concluir, si queremos profundizar la intención por la cual la Iglesia ha escogido este pasaje del Evangelio, continuemos la lectura del parágrafo: El que es fiel en lo mínimo, lo es también en lo mucho; y el que es injusto en lo mínimo, también lo es en lo mucho.
Por lo tanto, si no fuimos fieles en el dinero injusto, ¿quién nos confiará el verdadero, las verdaderas riquezas, las eternas?
Y si no fuimos fieles con lo ajeno, ¿quién nos dará lo nuestro?
Preguntas tremendas, que el Señor deja hoy en suspenso sobre nuestras cabezas…
Por aquellos días, habiéndose juntado otra vez un gran concurso de gentes, y no teniendo qué comer, convocados sus discípulos, les dijo: “Me da compasión esta multitud de gentes, porque hace ya tres días que están conmigo, y no tienen qué comer. Y si los envío a sus casas en ayunas, desfallecerán en el camino, pues algunos de ellos han venido de lejos”. Respondiéronle sus discípulos: “Y ¿cómo podrá nadie en esta soledad procurarles pan en abundancia?” El les preguntó: “¿Cuántos panes tenéis?” Respondieron: “Siete”. Entonces mandó Jesús a la gente que se sentara en tierra; y tomando los siete panes, dando gracias, los partió; y dábaselos a sus discípulos para que los distribuyesen entre la gente, y se los repartieron. Tenían además algunos pececillos: bendíjolos también, y mandó distribuírselos. Y comieron hasta saciarse; y de las sobras recogieron siete canastos; siendo unos cuatro mil los que habían comido; en seguida Jesús los despidió”.
El Cuarto Domingo de Cuaresma presenta el milagro de la primera multiplicación de los panes. El Evangelio de hoy trae otro semejante, en una nueva ocasión que se le ofreció al Señor.
Los milagros que hacía no eran siempre acerca del sustento, para que no fuera ésta la causa de que lo siguiese la multitud; tampoco hubiese realizado este, si no hubiera visto en peligro a esos hombres: si los envío a sus casas en ayunas, desfallecerán en el camino.
Ante todo, tengamos en cuenta la devoción con que las turbas seguían a Cristo. Esta gente lo seguía por dos causas principales: la una, por los milagros que hacía sanando los enfermos; la otra, por el pasto de maravillosa doctrina que daba a sus almas.
En resumen, por los beneficios corporales y espirituales. Con estas cuerdas los tenía Cristo tan asidos que, con ser ya tarde y no haber comido ni tener qué comer, no se querían apartar de Él, y olvidados de la comida se entretenían con su amorosa presencia.
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El relato nos hace ver la misericordia que tuvo Jesucristo; misericordia de Dios, queriendo con efecto remediar la miseria: Me da compasión esta multitud de gentes, porque hace ya tres días que están conmigo, y no tienen qué comer. Y si los envío a sus casas en ayunas, desfallecerán en el camino, pues algunos de ellos han venido de lejos.
Es propio de la misericordia de Dios conocer minuciosamente nuestras miserias, así como los motivos que tiene para remediarlas, y el peligro que corremos si no las remedia. Y de todo se hace cargo Dios para compadecerse de nosotros y darnos remedio, demostrando que le importa mucho el remediarnos.
Nuestro Señor, para mostrar el cuidado que tenía de aquella gente, preguntó: ¿Cuántos panes tenéis?, porque no quiere usar de medios milagrosos para nuestro sustento, cuando se puede hacer por medios naturales.
La respuesta de los Apóstoles fue: Siete, confesando todos su impotencia para remediar la necesidad.
Pero nosotros debemos comprender la inmensa potestad divina, la omnipotencia de Nuestro Señor Jesucristo, porque donde Él está no hace falta dinero, pues con su sola palabra puede dar, no sólo un bocado de pan a cada hombre, sino abundantísimos panes a todos los hombres.
No pongamos, pues, nuestra confianza en el dinero, aunque le obedezcan todas las cosas…, sino sólo en Dios, liberalísimo dador de ellas, y cuya mano está siempre abierta para llenarnos de su copiosa bendición.
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Pidió entonces Cristo a sus Apóstoles los panes que tenían; y ellos le ofrecieron siete panes y algunos pececillos que tenían para su sustento. En lo cual debemos considerar tres cosas:
La primera, la gran pobreza de Nuestro Señor y sus discípulos y el poco cuidado que tenían del sustento de su cuerpo, pues estando en aquella soledad, no tenían, para trece personas y otras que se les llegaban, sino siete panes…
Este ejemplo nos debe avergonzar de la solicitud con que buscamos demasías y regalos en la comida, nos ha de enseñar a contentarnos con poco y ordinario, aunque sea desabrido.
La segunda, es la grande caridad y obediencia de los Apóstoles, porque, en pidiéndoles Cristo los panes, se los dieron sin replicar ni decir que los necesitaban para su alimento.
De aquí se sigue la tercera, y es que, aunque Jesucristo hubiese podido remediar esta necesidad por muchos otros medios milagrosos, quiso aprovecharse del pan que tenían los Apóstoles y pedírselo para que ellos tuviesen parte en la buena obra.
Y lo mismo pasa en las necesidades espirituales, así propias como de nuestro prójimo, porque Nuestro Señor quiere que de nuestra parte ofrezcamos lo que pudiésemos, aunque sea poco, y Él con su misericordia y omnipotencia suplirá lo que faltare.
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Luego tomó Nuestro Señor el pan en sus manos y levantó los ojos al Cielo, dando a entender que del Cielo viene toda buena dádiva, y que el poder que tenía de hacer milagros, en cuanto hombre, también le venía del Padre que está en los Cielos.
Por eso mismo dio gracias a Dios, así por el manjar que tenía presente, como por el que pretendía dar milagrosamente, enseñándonos a ser agradecidos a Dios por cualquier don, aunque sea pequeño, porque basta que lo dé Dios para que lo estimemos, ¡cuánto más dándolo a quienes nada debe ni se lo merecen!
Después bendijo el pan con algunas palabras de oración, con las cuales le imprimió virtud de multiplicarse; porque la bendición de Cristo no es como la nuestra, que solamente pide o desea, sino que es eficaz para hacer lo que dice.
Y hecha la bendición, partió el pan y lo dio a los Apóstoles para que ellos lo diesen a los otros. Y es de notar este hecho: el Señor no dio directamente los panes a la multitud, sino a sus discípulos, los cuales se los dieron a aquélla.
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Con estas circunstancias, Jesucristo nos enseña el modo cómo han de comer los cristianos, cristiana y religiosamente, con las cuatro condiciones que hemos visto:
La primera, con orden y concierto, sentándose cada uno en su lugar, sin competencia; antes bien, escogiendo el último lugar y el más humilde.
La segunda, levantando los ojos del alma al Cielo, teniendo en cuenta que nos mira Dios, para que con esta vista se enfrene la gula y la lengua, guardando la templanza y modestia debidas.
La tercera, con ánimo agradecido y acción de gracias, como quien come de limosna, dada graciosamente por la mano liberal de Dios.
La cuarta es precediendo bendición con oración devota, para que de tal manera coma el cuerpo, que también coma algo el espíritu.
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También hemos de considerar la grandeza de este soberano prodigio, porque milagrosamente se iba el pan multiplicando en las manos de Cristo, en las de los Apóstoles, y en las de los mismos que comían. De modo que, aunque recibiesen poco pan y aunque lo comían, no se consumía, sino que se multiplica, hasta que todos quedaron hartos y muy contentos.
De aquí concluyamos que, cuando nos falten los medios naturales, no ha de faltar la confianza, la cual debe basarse en la promesa que nos hizo Nuestro Señor, diciendo: No seáis demasiadamente solícitos de lo que habéis de comer y beber y vestir, porque esto es propio de gentiles, y vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todo esto. Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura.
Esto se verificó en esta gente, que vino en su busca para oír la doctrina del Reino de Dios; del cual dice el Evangelista San Lucas que les habló largamente; y después les dio copiosamente el manjar corporal, para que se verificase lo que dice el profeta David: No vi al justo desamparado, ni a sus hijos faltos de pan.
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Finalmente, se ha de considerar lo que sucedió acabado el milagro.
Primeramente, Cristo Nuestro Señor mandó a los Apóstoles que recogiesen todo el pan que había sobrado, y recogieron siete canastos llenos; mostrándonos con esto su liberalidad en premiar la voluntad con que sus Apóstoles le ofrecieron los siete panes, volviéndoles por ellos siete canastos llenos de muy buen pan.
Notemos que no son las muchedumbres, que comieron hasta saciarse, las que se llevan los restos del pan, sino los discípulos; lo cual nos enseña a contentarnos con tener lo necesario, que es lo conveniente, y a no pretender más.
Por donde también se ve cómo premia Dios a los limosneros y a todos los que le ofrecen algo por servirle, volviéndoles mucho más de lo que dan; porque dar a Dios no es perder, sino ganar; y, como dice el Libro de los Proverbios, es dar a logro, pues vuelve ciento por uno.
También hemos de reflexionar sobre qué dará Dios en la otra vida, pues tanto da en esta. Dará, sin duda, como Él dijo, una medida buena, llena, apretada, colmada y que sobre, de modo que exceda inmensamente a lo que por Él se hace.
Últimamente, ponderemos la alegría y admiración de aquella gente viendo tan gran milagro; la cual fue tan grande, que, quizás como en la primera multiplicación de panes, se determinaron en sus corazones de alzar a Cristo por Rey, teniéndose por dichosos en servir a tan poderoso y liberal Señor.
Pero como Nuestro Redentor conociese estos pensamientos, los despidió, atajando la determinación de estos hombres, porque no quería honras ni dignidades temporales, enseñándonos con su ejemplo que no busquemos por nuestras buenas obras premios temporales de los hombres, ni apetezcamos dignidades; antes bien, en cuanto sea de nuestra parte, huyamos de ellas e incluso de sus ocasiones.
CRÓNICAS, FOTOS Y HOMILÍA EN EL 10º ANIVERSARIO DE NUESTRA CAPILLA Y DE LA IIIº JORNADAS DE CULTURA CATOLICA
Queridos vitantes y amigos de nuestro blog, aquí le compartimos una breve crónica de lo ocurrido este fin de samana en Nuestra Casa Religiosa con motivo de la IIIº Jornada de Cultura Católica y que este año coincidió también con el aniversario número diez de nuestra Capilla.
En primer lugar deseamos agradecer todas las felicitaciones que estamos recibiendo por este décimo aniversario, de parte de amigos y conocidos, como así también agradecer de manera especial a las personas que vinieron de otras ciudades,: al Dr. Pelayo, al Dr. Nikisch, al Prof. Amado y al matrimonio Grumwalt, como así también a todos lo que hicieron posible estas Jornadas con sus oraciones y apoyo económico; agradecemos a nuestro amigo y hermano Juan Diego Ortega Santana, al Ing. Murgia y Flia., la Flia. Quiroga Cubero, Sosa-Benedit, Sangiacomo, Orrade, Vilchez y a todos aquellos que no han podido llegrase por razones de fuerza mayor.
Gracias a Dios y apesar del frío y el viento de este noroeste de la Prov. de Bs.As. todo salió muy bien y deseamos destacar el espíritu de caridad cristiana y camaradería de los asistentes a estos eventos. De manera especial destacamos la disertación de los conferencista que de manera magistral nos hablaron de una parte importante de la Historia de la Iglesia y sobre las verdaderas y falsas apariciones de la Virgen en la historia de la Iglesia, como así también sobre el Gran Milagro de Ntra Sra. de Guadalupe en México.
Ayer Domingo se celebró una Misa cantada en acción de gracias a Dios y a la Virgen de Luján por este Aniversario, por las Jornadas y por nuestra tan amada Argentina (aquí abajo podrán leer el sermón de la Misa). Para festejar este encuentro, inmediatamente después de la Misa se procedió a compartir con los asistentes un almuerzo y en dónde nos comprometimos a reencontrarnos en la próxima Jornadas que se realizarán Dios mediante en el mes de Noviembre.
Prof. Raúl Amado dictando la conferencia el "jansenismo actual"
Durante el rezo del Sto. Rosario
Lic. Carlos Grumwalt dictando la Conferencia "Apariciones Marianas verdaderas y Falsas"
Santa Misa
REFLEXIÓN DOMINICAL EN EL 10º ANIVERSARIO DE LA CAPILLA
¡Rvdo. Padre Gustavo, queridos Fieles y Amigos!
Estamos aquí congregados ante el altar de Dios y de la Virgen Santísima para honrar a Dios y dar gracias por el 10º aniversario de la inauguración de esta Capilla y rezar también por nuestra Patria en vísperas de un nuevo aniversario de la declaración de la Independencia. Espor esto que deseo compartir con ustedes una breve reflexión sobre la misión de la Iglesia y la virtud del amor a la Patria.
Hace ya medio siglo que la abominación de la desolación, anunciada por el profeta Daniel se ha instaurado en el Lugar Santo, en ese lugar que nos recordara el Papa León XIII, fue hecho para iluminar a las naciones y ser cátedra de Verdad.
Esta actual apostasía de la Fe que nos toca presenciar con nuestros propios ojos, esta actual situación de una Iglesia en la diáspora, o en el exilio; no debe ser para nosotros católicos fieles a la Fe de siempre un motivo de desánimo, desaliento ó de duda hacia la Iglesia Católica; de esta Iglesia que nos ha hecho nacer a la gracia por medio de las aguas bautismales. Sino por el contrario debemos reavivar nuestra fe en las promesas de Ntro. Sr. Jesucristo que nos dice: “Yo estaré siempre con vosotros hasta el fin de los tiempos.
Cristo ha confiado su doctrina a la Iglesia. Ella no es la dueña o propietaria de esta doctrina, Ella es solo la depositaria, que custodia y proclama esta Verdad salvadora y es por eso que cumple el mandato divino de llevarla hasta los confines de la tierra, para iluminar y guiar las almas hacia la Felicidad eterna. Así lo ordenó y quiso Jesucristo cuando dijo a sus discípulos: “Id por el mundo, predicad el Evangelio a todas las criaturas; el que crea y se bautice, se salvará; pero el que no crea, se condenará”.
La Santa Iglesia para cumplir este mandato, através de los siglos ha fundado misiones, congregaciones religiosas, Sociedades Pías, ha fundado universidades, hospitales, ha construido magníficos monasterios y en los tiempos más esplendorosos de libertad y santidad de los cristianos ha construido enormes catedrales, bellas iglesias y capillas con el fervor, entusiasmo y grandes sacrificios de sus hijos para dar honra y honores a su Dueño y Creador.
Aquí en Argentina podemos ver en cada ciudad, pueblo o aldea uno de estos monumentos al Amor de los amores; desgraciadamente como dijimos al principio, la mayoría de estos templos han sido usurpados por la secta modernista y allí se ha instaurado la abominación de la desolación, y aquello que había sido construido por nuestros mayores para que sea luz entre los pueblos vino a trocarse en una cueva de ladrones y desde esas cátedras se predica la nueva religión, una religión adúltera, que administra sacramentos bastardos, decimos que es adultera porque se ha casado con las mentiras del mundo enemigo de Dios y de nuestra alma.
Este panorama de destrucción y desolación, es lo que nos llevó hace 10 años a inaugurar esta capilla en honor a la Virgen María bajo la advocación de Ntra. Sra. de Luján, la historia ya más o menos ustedes la conocen; aunque es verdad que hace ya 17 años que la misión de nuestra Soc. Religiosa está radicada aquí en Vedia.
¿Porqué Vedia?, ¿Porqué este pueblo tan de trasmano para muchos, en dónde nunca pasó nada importante ni va a pasar?, ¿Porqué justamente aquí en este pueblo de la híbrida provincia de Bs.As.?, Estas y otras muchas preguntas me han hecho algunas personas y también nosotros nos las hemos hecho, Nosé, solo puedo responder: “se que así lo ha querido Dios en su Divina Providencia”.
En esta capilla mis queridos hermanos, se celebra la Misa de Siempre, mejor dicho la única Misa que la Iglesia tiene para el rito latino y se administran los sacramentos con el verdadero ritual y las rúbricas mandadas por la Iglesia, y como aquí, en este altar se reserva el Santísimo Sacramento, debe ser este un lugar de oración, de recogimiento, de piedad, de caridad y de silencio.
Cuando ingresamos a una iglesia o capilla, debemos saber que entramos a un lugar sagrado en dónde guardamos silencio y decoro en el vestir y en el andar. Dice la Sagrada Escritura que Dios habita en el silencio. Las grandes apariciones que se leen en el Antiguo Testamento de la Biblia, no tienen lugar en las grandes ciudades o pueblos: Dios se aparece en el desierto; es sobre el Monte Sinaí en donde Dios da a Moisés las tablas de piedra con los Diez Mandamientos de su Ley, es sobre esa misma montaña que el profeta Elías recibió de Dios su Misión: sobre una montaña se retira el Señor Jesús para orar y es también sobre un elevado monte y en presencia solo de Pedro, Juan y Santiago que Cristo se Transfigura.
Dios habita en el silencio, pues si queremos encontrarlo, es preciso alejarnos del mundanal ruido, de los estridentes gritos y absurdos alaridos, porque Dios escucha en el silencio y lee las intenciones de lo más recóndito de nuestro corazón.
Decíamos también, que hoy estamos en las vísperas de otro aniversario de la declaración de la Independencia de nuestra Patria; es por eso que, aparte de dar gracias a Dios por los diez años de esta capilla, y de pedir por nuestros benefactores, fieles y amigos, vamos a elevar una súplica a Dios y a la Virgen de Luján por nuestra Patria en estos momentos cruciales de la historia.
Pedimos por la Argentina porque no nos gusta como está, no nos gusta como la están dejando y como la dejarán; decía el Padre Castellani, ese gran sacerdote que a pesar de haber pertenecido a la Compañía de Jesús, fue un buen cura, él solía decir: debemos rezar por esta Patria mía pulguienta, que los argentinos bien paridos debemos despulgar.
Rezar por la Patria es un deber nuestro como argentinos y como católicos, y es necesario señalarlo porque muchas veces encontramos quienes piensan que el patriotismo, el amor a la Patria, el luchar por la Patria, el jugarse por la Patria es algo bueno, pero…., pero está reservado a algunos, así como si fuese una opción o simpatía por un equipo de futbol o por un partido político.
NO, para nosotros como cristianos, el amor a la Patria es un deber: es parte del 4º Mandamiento de la Ley de Dios que nos manda honrar a nuestros padres y aquí entran también nuestros mayores, nuestros superiores, y nuestra Patria. Porque de los padres y de la Patria nosotros hemos recibido la vida.
La Argentina que soñaron nuestros próceres, no es esta que estamos viendo desde hace décadas, esto es un despojo de la Nación, es un despilfarro de la herencia que nos dejaron los que lucharon y murieron por una Argentina grande. Porque cuando el pueblo es arrastrado por sus gobernantes hacia la corrupción, cuando el espíritu de la Nación es prostituido por la degradación de sus jefes y responsables, no queda otro camino para los cristianos que el sacrificio, la oración, la Cruz, esa que cada uno de nosotros debemos llevar con amor y así ir cumpliendo diariamente nuestro deber de estado para así no perecer todos por igual.
Por último queridos hermanos, debemos amar la Patria, porque no nacimos aquí por casualidad, sino que fue la Providencia de Dios que quiso que viniéramos a la vida en este rincón del mundo y que vivamos en esta época de la historia.
Quiero agradecer y rezar por aquellos que nos acompañan en esta obra de iglesia, a los que nos ayudaron y ya fueron llamados ante el Tribunal de Dios, a los señores obispos y sacerdotes, de manera especial a nuestro hermano de ruta el Padre Emilio Fattore que Dios mediante en un par de semanas nos estará visitando. También a aquellos que aportaron a nuestra Sociedad Religiosa, a los fieles incondicionales, a los benefactores y amigos; pido a Dios por todos nosotros para que nos conceda la gracia de la perseverancia final.
Almuerzo con Amigos benefactores y fieles de la Capilla