Su Santidad Pio XII y la Familia
II
EL SANTIFICADOR DE LAS BODAS
3 de Mayo de 1939. (DR. 1, 89.)
2. Vuestra
presencia, directísimos esposos, trae a nuestra memoria y a la vuestra aquel
episodio tan delicado y al mismo tiempo tan portentoso que leemos en el Santo
Evangelio, de las bodas de Caná de Galilea, y el primer milagro obrado por
Jesucristo Nuestro Señor en aquella ocasión. Jesús, presente en un convite
nupcial conjuntamente con su Santísima Madre y sus primeros discípulos:
ciertamente que el Divino Maestro no se dignó aceptar sin profundas razones y
con tanta benevolencia una invitación semejante. Allí daría la primera señal de su. omnipotencia para confirmar su divina
misión y sostener la fe de sus primeros seguidores, y allí comenzaría a
manifestarse la eficaz mediación de María ante Dios, en beneficio de los
hombres.
Pero
Él, el buen Maestro, quiso justamente traer con su presencia una particular
bendición a aquellos afortunadísimos esposos, y como santificar y consagrar
aquella unión nupcial, de igual modo que al tiempo de la creación había
bendecido el Señor a los progenitores del. género humano, En aquel día de las
bodas de Caná, Cristo, abarcaba con su mirada divina a los hombres de todos los
tiempos por venir y de modo particular a los hijos de su futura Iglesia, y
bendecía sus bodas, y acumulaba aquellos tesoros de gracias que con el
sacramento del matrimonio, instituído por Él, derramaría con divina largueza
sobre los esposos cristianos.
Jesucristo
ha bendecido y consagrado también vuestras bodas, amados esposos; pero la
bendición que habéis recibido ante el santo altar, queréis confirmarla y como
ratificarla a los pies de su Vicario en la tierra, y por esa razón habéis
venido a él.
Nos
os impartimos esa bendición con todo el corazón, y deseamos que quede siempre
con vosotros y os acompañe a todas partes en el curso de vuestra vida. Y quedará
con vosotros si hacéis que entre vuestros muros domésticos reine Jesucristo,
su doctrina, sus ejemplos, sus preceptos, su espíritu: si María Santísima, a la
que invocáis, veneráis y amáis, es la Reina, la Abogada, la Madre de la nueva
familia que estáis llamados a fundar, y si bajo la benigna mirada de Jesús y de
María vivís como esposos cristianos, dignos de tan gran nombre y de tan alta
profesión.
III
LA REINA CELESTIAL
10 de Mayo de 1939. (DR. 1, 111.)
3. Saludamos
cordialmente a los recién casados, que siempre vemos en gran número formando
una corona en torno a Nos en estas audiencias públicas: el saludo es tanto más
cordial cuanto que lo alegra la grata circunstancia de este mes de mayo que la
piedad del pueblo cristiano ha querido consagrar particularmente al culto de
la Virgen Santísima.
Vosotros,
amados hijos, llamados a constituir nuevas familias, queréis sin duda dar a
éstas un carácter esencialmente cristiano y una sólida base de bienestar y de
felicidad. Pues os garantizamos la
consecución de todo esto en la devoción a María. Tantos títulos tiene María
para ser considerada como lo patrona de las familias cristianas y tantos
tienen éstas para esperar de ella una particular asistencia.
María
conoció las alegrías y las penas de la familia, los sucesos alegres y los
tristes: la fatiga del trabajo diario, las incomodidades y las tristezas de la
pobreza, el dolor de las separaciones. Pero también todos los goces inefables
de la convivencia doméstica, que alegraban el más puro amor de un esposo
castísimo y la sonrisa y las ternezas de un hijo que era al propio tiempo el
Hijo de Dios.
María
Santísima participará por eso con su corazón misericordioso en las necesidades
de vuestras familias, y traerá a. éstas el consuelo de que se sientan
necesitadas en medio de los inevitables dolores de la vida presente: así como
bajo su mirada materna les hará más puras y serenas las dulzuras del hogar
doméstico.
Todo
más cuanto que la Santísima Virgen no se limita a conocer por experiencia
propia las graves necesidades de las familias, sino que, como Madre de piedad
y misericordia, quiere de hecho venir en ayuda de ellas.
Felices
y benditos de veras aquellos esposos que inician su nuevo estado con estos
propósitos de filial y confiada devoción a la Madre de Dios, con el santo
programa de establecer su nueva familia sobre este indestructible cimiento de
piedad, que lo penetrará todo para trasmitirse luego, como preciosa herencia,
a los hijos queridos que Dios les quiera conceder.
4. Pero
no olvidéis, amadísimos hijos, que la devoción a la Virgen, para que pueda
decirse verdadera y sólida y por lo tanto aportadora de preciosos frutos y gracias
copiosas, debe estar vivificada por la imitación de la vida misma de Aquella a
la que os gusta honrar.
La
Madre divina es también y sobre todo un perfectísimo modelo de virtudes
domésticas, de aquellas virtudes que deben embellecer el estado de los cónyuges
cristianos. En María tenéis el amor más puro y fiel hacia el castísimo esposo,
amor hecho de sacrificios y delicadas atenciones: en Ella la entrega completa y
continua a los cuidados de la familia y de la casa, de su esposo y sobre todo
del querido Jesús: en Ella la humildad que se manifestaba en la amorosa
sumisión a San José, en la paciente resignación a las disposiciones ¡cuántas
veces arduas y penosas! de la divina Providencia, en la amabilidad y en la
caridad con cuantos vivían cerca de la casita e Nazaret.
¡Esposos
cristianos! Que vuestra devoción a María pueda constituir un manantial siempre
vivo de favores celestes y de felicidad verdadera: favores y felicidad de los
que queremos que sea prenda la paterna Bendición, que de corazón os impartimos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por su tiempo al comentar.Dios lo Bendiga