“Prefiero equivocarme creyendo en un Dios que no existe, que equivocarme no creyendo en un Dios que existe. Porque si después no hay nada, evidentemente nunca lo sabré, cuando me hunda en la nada eterna; pero si hay algo, si hay Alguien, tendré que dar cuenta de mi actitud de rechazo”Blas Pascal

martes, 27 de septiembre de 2011



Su Santidad Pio XII y la Familia




II
EL SANTIFICADOR DE LAS BODAS
3 de Mayo de 1939. (DR. 1, 89.)
                       
2.         Vuestra presencia, directísimos esposos, trae a nues­tra memoria y a la vuestra aquel episodio tan delica­do y al mismo tiempo tan portentoso que leemos en el Santo Evangelio, de las bodas de Caná de Galilea, y el primer milagro obrado por Jesucristo Nuestro Señor en aquella ocasión. Jesús, presente en un convite nupcial conjuntamen­te con su Santísima Madre y sus primeros discípulos: ciertamente que el Divino Maestro no se dig­nó aceptar sin profundas razones y con tanta benevolen­cia una invitación semejante. Allí daría la primera señal de su. omnipotencia para confirmar su divina misión y sostener la fe de sus primeros seguidores, y allí comen­zaría a manifestarse la eficaz mediación de María ante Dios, en beneficio de los hombres.
            Pero Él, el buen Maestro, quiso justamente traer con su presencia una particular bendición a aquellos afortu­nadísimos esposos, y como santificar y consagrar aquella unión nupcial, de igual modo que al tiempo de la crea­ción había bendecido el Señor a los progenitores del. género humano, En aquel día de las bodas de Caná, Cristo, abarcaba con su mirada divina a los hombres de todos los tiempos por venir y de modo particular a los hijos de su futura Iglesia, y bendecía sus bodas, y acumulaba aquellos tesoros de gracias que con el sacramento del matrimonio, instituído por Él, derramaría con divina lar­gueza sobre los esposos cristianos.
            Jesucristo ha bendecido y consagrado también vues­tras bodas, amados esposos; pero la bendición que habéis recibido ante el santo altar, queréis confirmarla y como ratificarla a los pies de su Vicario en la tierra, y por esa razón habéis venido a él.
            Nos os impartimos esa bendición con todo el corazón, y deseamos que quede siempre con vosotros y os acom­pañe a todas partes en el curso de vuestra vida. Y que­dará con vosotros si hacéis que entre vuestros muros do­mésticos reine Jesucristo, su doctrina, sus ejemplos, sus preceptos, su espíritu: si María Santísima, a la que invocáis, veneráis y amáis, es la Reina, la Abogada, la Ma­dre de la nueva familia que estáis llamados a fundar, y si bajo la benigna mirada de Jesús y de María vivís como esposos cristianos, dignos de tan gran nombre y de tan alta profesión.

III
LA REINA CELESTIAL
10 de Mayo de 1939. (DR. 1, 111.)
                       
3.         Saludamos cordialmente a los recién casados, que siempre vemos en gran número formando una corona en torno a Nos en estas audiencias públicas: el saludo es tan­to más cordial cuanto que lo alegra la grata circunstan­cia de este mes de mayo que la piedad del pueblo cristia­no ha querido consagrar particularmente al culto de la Virgen Santísima.
            Vosotros, amados hijos, llamados a constituir nuevas familias, queréis sin duda dar a éstas un carácter esen­cialmente cristiano y una sólida base de bienestar y de felicidad. Pues os garantizamos la consecución de todo esto en la devoción a María. Tantos títulos tiene María para ser considerada como lo patrona de las familias cris­tianas y tantos tienen éstas para esperar de ella una particular asistencia.
            María conoció las alegrías y las penas de la familia, los sucesos alegres y los tristes: la fatiga del trabajo dia­rio, las incomodidades y las tristezas de la pobreza, el dolor de las separaciones. Pero también todos los goces inefables de la convivencia doméstica, que alegraban el más puro amor de un esposo castísimo y la sonrisa y las ternezas de un hijo que era al propio tiempo el Hijo de Dios.
            María Santísima participará por eso con su corazón misericordioso en las necesidades de vuestras familias, y traerá a. éstas el consuelo de que se sientan necesitadas en medio de los inevitables dolores de la vida presente: así como bajo su mirada materna les hará más puras y serenas las dulzuras del hogar doméstico.
            Todo más cuanto que la Santísima Virgen no se limi­ta a conocer por experiencia propia las graves necesida­des de las familias, sino que, como Madre de piedad y misericordia, quiere de hecho venir en ayuda de ellas.
            Felices y benditos de veras aquellos esposos que ini­cian su nuevo estado con estos propósitos de filial y con­fiada devoción a la Madre de Dios, con el santo programa de establecer su nueva familia sobre este indestructible cimiento de piedad, que lo penetrará todo para trasmi­tirse luego, como preciosa herencia, a los hijos queridos que Dios les quiera conceder.
4.         Pero no olvidéis, amadísimos hijos, que la devoción a la Virgen, para que pueda decirse verdadera y sólida y por lo tanto aportadora de preciosos frutos y gracias copiosas, debe estar vivificada por la imitación de la vida misma de Aquella a la que os gusta honrar.
            La Madre divina es también y sobre todo un perfectísimo modelo de virtudes domésticas, de aquellas virtudes que deben embellecer el estado de los cónyuges cris­tianos. En María tenéis el amor más puro y fiel hacia el castísimo esposo, amor hecho de sacrificios y delicadas atenciones: en Ella la entrega completa y continua a los cuidados de la familia y de la casa, de su esposo y sobre todo del querido Jesús: en Ella la humildad que se mani­festaba en la amorosa sumisión a San José, en la pacien­te resignación a las disposiciones ¡cuántas veces arduas y penosas! de la divina Providencia, en la amabilidad y en la caridad con cuantos vivían cerca de la casita e Nazaret.
            ¡Esposos cristianos! Que vuestra devoción a María pueda constituir un manantial siempre vivo de favores celestes y de felicidad verdadera: favores y felicidad de los que queremos que sea prenda la paterna Bendición, que de corazón os impartimos.

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