5) A modo de conclusión
Hemos visto que el monacato surgió como un rechazo a la organización de la sociedad y de la Iglesia imperantes en esta época crítica que ve el final de la Antigüedad. En el siglo IV se presenta como un movimiento de masas que va penetrando en todos los ámbitos sociales y que pone en peligro incluso la solidez de la Iglesia jerárquica. Lo que en un principio había sido un movimiento de campesinos incultos y desarraigados de Egipto, a mediados del siglo IV había calado entre las clases urbanas y las aristocracias de Oriente y Occidente poniendo en tela de juicio los valores en que se basaban la sociedad civil y la Iglesia. San Basilio es el típico representante de esta aristocracia urbana y cultivada que se vio profundamente atraída por los ideales de la vida retirada que emanan del monacato, pero en un momento dado de su vida logró hacerlos compatibles con su formación en la cultura griega y su apego a las formas de vida urbana en que se expresaba la civilización antigua. La ciudad antigua tenía en Oriente una tradición y arraigo que no había alcanzado en Occidente. La Iglesia era un producto típicamente urbano que como institución estaba reemplazando las funciones que durante siglos habían desempeñado las élites civiles paganas. La labor de Basilio consistió precisamente en integrar también los ideales monásticos en la vida urbana y ponerlos al servicio de los obispos y de la Iglesia institucional. Este proceso se produjo en la parte oriental del Imperio. El Occidente siguió otros derroteros y el monacato aquí sirvió seguramente para desintegrar más una sociedad ya profundamente dividida.
No puede comprenderse la historia posterior del Oriente bizantino sin esta integración que se produjo entre la ciudad, el obispo y los monjes y que aseguró la perduración durante siglos de los ideales y las formas de vida organizada que había creado la Antigüedad. Los monjes pasaron a constituir en las ciudades orientales un elemento activo, díscolo y perturbador muchas veces, que participa en todos los disturbios sociales y religiosos, pero los obispos supieron utilizarlos para apuntalar su situación como máxima autoridad en la ciudad reemplazando a las viejas magistraturas urbanas. El destino de Occidente fue muy diverso. Allí el monacato sirvió seguramente para desintegrar aún más una sociedad que ya estaba profundamente dividida. La historia del monacato occidental es otra historia distinta. San Benito se inspirará en san Basilio, pero el monacato que implanta se corresponde con unos ideales y una sociedad totalmente diferente. San Benito abandonó Roma para retirarse a Subiaco y Monte Casino; San Basilio abandonó su retiro del Ponto para integrarse en su ciudad natal. El destino de una y otra parte del Imperio fue totalmente diferente: la diversa fortuna del monacato entre finales del IV y comienzos del V marcan claramente las diferencias entre dos tipos de sociedad. Esto no significa no reconocer el papel desempeñado por el monacato occidental en la conservación de la cultura antigua, sino que esto se realizaría en Occidente de distinta forma, hasta evolucionar (siglos mas tarde) a las formas políticas y religiosas típicas de la sociedad medieval de cuño latino, cuya realidad era absolutamente diferente a la del Mundo bizantino medieval bajo la ocupación islámica.
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