“Prefiero equivocarme creyendo en un Dios que no existe, que equivocarme no creyendo en un Dios que existe. Porque si después no hay nada, evidentemente nunca lo sabré, cuando me hunda en la nada eterna; pero si hay algo, si hay Alguien, tendré que dar cuenta de mi actitud de rechazo”Blas Pascal

sábado, 1 de octubre de 2011

ORÍGENES DEL MONACATO - MONACATO ORIENTAL EN SIRIA - -SIRIA, CUNA DEL ANACORETISMO 4ta Parte

3.)             La herencia de San Antonio y de San  
Pacomio




            Los excesos en que desembocó el cenobitismo bajo la órbita de Shenute son el lógico desarrollo de la experiencia socio-religiosa iniciada por San Pacomio en un medio tan peculiar como el del Egipto del Valle del Nilo en la época romana. En este momento, el conocimiento del anacoretismo del tipo de Antoniano y del cenobitismo pacomiano había llegado a casi todos los puntos del Imperio y había provocado enorme atractivo y numerosas adhesiones e imitaciones. Aunque eran el fruto de un medio y una experiencia específicamente egipcios, las apetencias religiosas y las aspiraciones sociales a que trataban de dar satisfacción estaban ampliamente arraigadas en la sociedad tardo-romana. La desaparición paulatina a partir del siglo III del espíritu «cívico» y de las formas de vida urbana, en que se habían fundamentado la sociedad y la cultura helenístico-romana dominantes, estaban siendo sustituidas por una nueva mentalidad y una nueva escala de valores, que requerían encontrar la adecuación de nuevas formas sociales que reemplazasen a las que representaba y sustentaba la ciudad antigua. Es ya de por sí significativo que tanto San Antonio como San Pacomio procediesen de un medio social y cultural copto —ni siquiera hablaban griego y lo mismo sucedía con la mayoría de sus seguidores— tan alejados de la civilización urbana que tenía su máxima expresión en Alejandría. El modelo de hombre santo, que San Antonio encarnaba y proponía a la imitación, y el modelo de organización social separada y contestataria que logró implantar San Pacomio, representaron dos soluciones a inquietudes ampliamente extendidas, lo que explica su rápido éxito.

            Ya en la primera mitad del siglo IV comenzaron a difundirse por casi todo el Imperio, pero en especial en Oriente, diversas formas de vida monacal, inspiradas en los modelos egipcios. Cuando San Atanasio publicó su Vida de Antonio (poco después del 356), la obra se convirtió en verdadero best-seller yfue inmediatamente traducida al latín y a otras lenguas minoritarias y, siguiendo su modelo, surgió una literatura de «vidas de santos» que era devorada por todo tipo de lectores. De modo similar, también las Reglas de Pacomio fueron traducidas al griego, al latín y a otras lenguas y comenzaron a circular distintas versiones e imitaciones. El éxito de este tipo de literatura iba acompañado de la imitación y la difusión de las formas de vida cristiana que encarnaban. Las colonias de anacoretas egipcios y los monasterios pacomianos se convirtieron enseguida en centros de peregrinación donde acudían gentes de todos los pueblos del Imperio. Paralelamente, en otros países, y en especial en Siria, las diversas formas de ascetismo y de monacato tuvieron una difusión y arraigo comparable al de Egipto y la carrera por realizar las formas de ascetismo más extremas y extravagantes dejaron empequeñecidas las experiencias de los anacoretas egipcios. El caso de los santos estilitas, con Simeón a la cabeza, es sólo una manifestación entre otras muchas. Como ya hemos tenido ocasión de poner de relieve, estas formas de monacato son una forma de protesta contra las estructuras sociales y políticas del momento, pero también contra el cristianismo dominante representado por la Iglesia jerárquica. Hay que tener presente que la Iglesia en estos momentos estaba plenamente integrada en el Imperio y había asimilado la mayor parte de los ideales y valores que representaba la civilización antigua y estaba sustituyendo las funciones de cohesión social, de difusión de una forma de cultura y de apoyo al poder político central que la ciudad había desdeñado durante un milenio. Se explica así el recelo y la suspicacia en unos casos, y la oposición y el rechazo en otros, con que es visto el fenómeno monástico y las condenas que sufre por obispos y concilios y por el propio poder civil en ciertas ocasiones. Pero esto no bastaba para frenar su difusión. Se puede afirmar que la Iglesia católica y jerárquica, tal como se había configurado a partir de mediados del siglo II, tuvo en el siglo IV su mayor enemigo en el monacato. Ni siquiera el problema arriano representó, a nuestro modo de ver, un obstáculo semejante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por su tiempo al comentar.Dios lo Bendiga