“Prefiero equivocarme creyendo en un Dios que no existe, que equivocarme no creyendo en un Dios que existe. Porque si después no hay nada, evidentemente nunca lo sabré, cuando me hunda en la nada eterna; pero si hay algo, si hay Alguien, tendré que dar cuenta de mi actitud de rechazo”Blas Pascal

sábado, 1 de octubre de 2011

Santoral 1 de octubre




Santoral


Autor: Ángel Amo | Fuente: Catholic.net 
Teresa del Niño Jesús, Santa
Sencillez y perfección en las cosas pequeñas, Octubre 1

Teresa del Niño Jesús, Santa
Teresa del Niño Jesús, Santa





Virgen y Doctora de la Iglesia

Martirologio Romano: Memoria de santa Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia, que entró aún muy joven en el monasterio de las Carmelitas Descalzas de Lisieux, llegando a ser maestra de santidad en Cristo por su inocencia y simplicidad. Enseñó el camino de la perfección cristiana por medio de la infancia espiritual, demostrando una mística solicitud en bien de las almas y del incremento de la Iglesia, y terminó su vida a los veinticinco años de edad, el día treinta de septiembre (1897)

La Iglesia le dedica este día para que la conozcamos y tratemos de imitar sus virtudes de delicadeza y pefección en las cosas pequeñas.

Hay dos santas con el mismo nombre: Santa Teresita del Niño Jesús o de Lisieux y Santa Teresa de Ávila (15 de Octubre). Ambas fueron monjas carmelitas, nos dejaron una autobiografía y son santas doctoras de la Iglesia.

María Francisca Teresa (Santa Teresita del Niño Jesús o de Lisieux) nació el 2 de Enero de 1873 en Francia. Hija de un relojero y una costurera de Alençon. Tuvo una infancia feliz y ordinaria, llena de buenos ejemplos. Teresita era viva e impresionable, pero no particularmente devota.

En 1877, cuando Teresita tenía cuatro años, murió su madre. Su padre vendió su relojería y se fue a vivir a Lisieux donde sus hijas estarían bajo el ciudado de su tía, la Sra. Guerin, que era una mujer excelente. Santa Teresita era la preferida de su padre. Sus hermanas eran María, Paulina y Celina. La que dirigía la casa era María y Paulina que era la mayor se encargaba de la educación religiosa de sus hermanas. Les leía mucho en el invierno.

Cuando Teresita tenía 9 años, Paulina ingresó al convento de las carmelitas. Desde entonces, Teresita se sintió inclinada a seguirla por ese camino. Era una niña afable y sensible y la religión ocupaba una parte muy importante de su vida.

Cuando Teresita tenía catorce años, su hermana María se fue al convento de las carmelitas igual que Paulina. La Navidad de ese año, tuvo la expeirencia que ella llamó su “conversión”. Dice ella que apenas a una hora de nacido el Niño Jesús, inundó la oscuridad de su alma con ríos de luz. Decía que Dios se había hecho débil y pequeño por amor a ella para hacerla fuerte y valiente.
Al año siguiente, Teresita le pidió permiso a su padre para entrar al convento de las carmelitas y él dijo que sí. Las monjas del convento y el obispo de Bayeux opinaron que era muy joven y que debía esperar.

Algunos meses más tarde fueron a Roma en una peregrinación por el jubileo sacerdotal del Papa León XIII. Al arrodillarse frenta al Papa para recibir su bendición, rompió el silencio y le pidió si podía entrar en el convento a los quince años. El Papa quedó impresionado por su aspecto y modales y le dijo que si era la voluntad de Dios así sería

Teresita rezó mucho en todos los santuarios de la peregrinación y con el apoyo del Papa, logró entrar en el Carmelo en Abril de 1888. Al entrar al convento, la maestra de novicias dijo; “ Desde su entrada en la orden, su porte tenía una dignidad poco común de su edad, que sorprendió a todas las religiosas.” Profesó como religiosa el 8 de Septiembre de 1890. Su deseo era llegar a la cumbre del monte del amor.

Teresita cumplió con las reglas y deberes de los carmelitas. Oraba con un inmenso fervor por los sacerdotes y los misioneros. Debido a esto, fue nombrada después de su muerte, con el título de patrona de las misiones, aunque nunca habia salido de su convento.

Se sometió a todas las austeridades de la orden, menos al ayuno, ya que era delicada de salud y sus superiores se lo impidieron. Entre las penitencias corporales, la más dura para ella era el frío del invierno en el convento. Pero ella decía “Quería Jesús concederme el martirio del corazón o el martirio de la carne; preferiría que me concediera ambos.” Y un día pudo exclamar “He llegado a un punto en el que me es imposible sufrir, porque todo sufrimiento es dulce.”

En 1893, a los veinte años, la hermana Teresa fue nombrada asistente de la maestra de novicias. Prácticamente ella era la maestra de novicias, aunque no tuviera el título. Con respecto a esta labor, decía ella que hacer el bien sin la ayuda de Dios era tan imposible como hacer que el sol brille a media noche.

Su padre enfermó perdiendo el uso de la razón a causa de dos ataques de parálisis. Celina, su hermana, se encargó de cuidarlo. Fueron unos año difíciles para las hijas. Al morir el padre, Celina ingresó al convento con sus hermanas.

En este mismo año, Teresita se enfermó de tuberculosis. Quería ir a una misión en Indochina pero su salud no se lo permitió. Sufrió mucho los últimos 18 meses de su vida. Fue un período de sufrimiento corporal y de pruebas espirituales. En junio de 1897 fue trasladada a la enfermería del convento de la que no volvió a salir. A partir de agosto ya no podía recibir la Comunión debido a su enfermedad y murió el 30 de Septiembre de ese año. Fue beatificada en 1923 y canonizada en 1925. Se le presenta como una monja carmelita con un crucifijo y rosas en los brazos. Ella decía que después de su muerte derramaría una lluvia de rosas.
El culto a esta santa comenzó a crecer con rapidez. Los milagros hechos gracias a su intercesión atrajeron a atención de los cristianos del mundo entero.

Escribió el libro “Historia de un alma” que es una autobiografía. Escribe frases preciosas como éstas en ese libro: “Para mí, orar consiste en elevar el corazón, en levantar los ojos al cielo, en manifestar mi graitud y mi amor lo mismo en el gozo que en la prueba.”; “Te ruego que poses tus divinos ojos sobre un gran número de almas pequeñas.” Teresita se contaba a sí misma entre las almas pequeñas, decía “Yo soy un alma minúscula, que sólo puede ofrecer pequeñeces a nuestro Señor.”

¿Qué nos enseña Santa Teresita?

Nos enseña un camino para llegar a Dios: la sencillez de alma. Hacer por amor a Dios nuestras labores de todos los días. Tener detalles de amor con los que nos rodean. Esta es la “grandeza” de Santa Teresita. Decía: “Quiero pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra.”El secreto es reconocer nuestra pequeñez ante Dios, nuestro Padre. Tener una actitud de niño al amar a Dios, es decir, amarlo con simplicidad, con confianza absoltua, con humildad sirvendo a los demás. Esto es a lo que ella llama su “caminito”. Es el camino de la infancia espiritual, un camino de confianza y entrega absoluta a Dios.

Nos enseña a servir a los demás con amor y perfección viendo en ellos a Jesús. Toda su vida fue de servicio a los demás. Ser mejores cada día con los demás en los detalles de todos los días.

Nos enseña a tener paciencia ante las dificultades de la vida. Su enfermedad requi-rió de mucha paciencia y aceptación. Sólo estando cerca de Dios el sufrimiento se hace dulce.

Nos enseña a tener sentido del humor ante lo inevitable. Dicen que durante la meditación en el convento, una de las hermanas agitaba su rosario y esto irritaba a Santa Teresita. Decidió entonces en lugar de tratar de no oir nada, escuchar este ruido como si fuera una música preciosa. En nuestras vidas hay situaciones o acciones de los demás que nos molestan y que no podemos evitar. Debemos aprender a reirnos de éstas, a disfrutarlas por que nos dan la oportunidad de ofrecer algo a Dios.

Nos enseña que podemos vivir nuestro cielo en la tierra haciendo el bien a los que nos rodean. Actuar con bondad siempre, buscando lo mejor para los demás. Esta es una manera de alcanzar el cielo.

Nos enseña a ser sencillos como niños para llegar a Dios. Orar con confianza, con simplicidad. Sentirnos pequeños ante Dios nuestro Padre.


Autor: . | Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina04/
Eduardo Campion (Geraldo Edwards), Santo, y beatos compañeros mártires

Mártires en Inglaterra, Octubre 1

Eduardo Campion (Geraldo Edwards), Santo, y beatos compañeros mártires
Eduardo Campion (Geraldo Edwards), Santo, y beatos compañeros mártires


Mártires

Martirologio Romano: En Canterbury, en Inglaterra, san Geraldo Edwards, presbítero y mártir, en cual fue ordenado en Francia y, al regresar a su patria, en la persecución durante el reinado de Isabel I, después de un largo encarcelamiento consumó su martirio en el patíbulo. Con él fueron martirizados los presbíteros beatos Roberto Wilcox y Cristóbal Buxton, por su condición sacerdotal, y el beato Roberto Widmerpool, por ayudar a un sacerdote (1588).

El 1 de octubre se recuerda a los mártires que sufrieron en Londres al desatarse la persecución de julio de 1588, como consecuencia, o mejor dicho represalia, de la alarma provocada por las amenazas de invasión de la española y cristiana Armada Invencible. En octubre de ese año hubo una serie de ejecuciones en las provincias: cuatro católicos fueron martirizados en Canterbury:

San Eduardo Campion (Geraldo Edwards): Nació en 1552 en Ludlow, Shropshire, en el seno de una buena familia.Pasó dos años en el Jesus College, de Oxford. Cuando se hallaba al servicio de Gregory, décimo Lord Dacre de el South, se reconcilió con la Iglesia de laque se había alejado. Fue a estudiar a Reims a donde llegó el el 22 de Febrero de 1586, allí donde tomó el nombre de Campion. Fue ordenado subdiácono en Laon, el 18 de Septiembre, diácono en, el 19 de diciembre del mismo año, y sacerdote a principios del año siguiente, en Cuaresma, siendo adjudicado a la Diócesis de Canterbury. Inmediatamente volvió a Inglaterra, siendo arrestado el 18 de marzo de 1587 en Sittingbourne, siendo encarcelado primero en Newgate y luego en Marshalsea. Murió mártir por no querer renegar de la fe, en 1588.

Beato Roberto Wilcox: nació en Chester en 1558. Hizo sus estudios sacerdotales en Reims, a donde llegó el 12 de agosto de 1583. Recibió la tonsura y las órdenes menores el 23 de septiembre del año siguiente. Fue ordenado subdiácono el 16 de marzo, diácono el 5 o 6 de abril, y sacerdote el 20de abril de 1585, recibiendo todas estas órdenes en Reims. fue enviado a la misión inglesa el 7 de enero de 1586. Empezó a trabajar en Kent; pero ese mismo año fue arrestado y encarcelado en Marshalsea. Condenado a muerte, fue ahorcado, arrastrado y descuartizado en las afueras de Canterbury, en el sitio llamado Oaten Hill.

Cristobal Buxton: nació en Tideswell, Derbyshire. Tuvo como profesor en la escuela al Venerable Nicolás Garlick e hizo sus estudios sacerdotales en Reims y en Roma. Fue ordenado sacerdote en 1586 y ejerció su ministerio durante tres años antes de morir martirizado en Canterbury. Tanto el Beato Cristóbal Buxton, como los beatos Roberto Wilcox y Eduardo Campion, fueron condenados por haber vuelto al reino en calidad de sacerdotes. El Beato Cristóbal era el más joven de los mártires. Los verdugos creyeron que conseguirían amedrentarle obligándole a presenciar el martirio de sus compañeros, pero, cuando le ofrecieron la libertad al precio de la apostasía, Cristóbal replicó que prefiriría morir mil veces antes que aceptar tal proposición. En la prisión de Marshalsea escribió un "Rituale", que se conserva todavía como una reliquia. y

Roberto Widmerpool: el cuarto de los mártires de Canterbury, era un laico. Había nacido en Widmerpool, localidad de Nottinghmshire y había hecho sus estudios en el Gloucester Hall de Oxford, donde obtuvo el título de maestro de escuela. Durante algún tiempo, fue tutor de los hijos del conde de Nortumbría. Se le acusó de haber ayudado a un sacerdote al darle refugio en la casadel conde. Antes de ser ahorcado, el beato dio gracias a Dios por haberle concedido el privilegio de morir por la fe en la misma ciudad que Santo Tomás Becket

Otros tres en diferentes ciudades. En Chichester:

Beato Rodolfo Crockett: fue martirizado en Chichester. Nació en Barton-on-the-Hill, en Cheshire. Hizo sus estudios en el Christ´s College, de Cambridge, y en Gloucester Hall de Oxford. Había ejercido en Anglia del este el cargo de maestro de escuela antes de pasar al colegio de Reims para prepararse para servir a Dios como sacerdote. Fue ordenado en 1586 y martirizado dos años después en Chichester

Beato Eduardo James: nació en Breaston, en Derbyshire. Fue educado en el protestantismo en la escuela de Derby y en St. John´s College de Oxford. Después de su conversión, se trasladó a Reims y más tarde a Roma, donde recibió la ordenación sacerdotal de manos de Goldwell de Saint Asaph. Ejerció su ministerio entre sus ciudadanos durante cinco años antes de ser arrestado junto con el Beato Rodolfo Crockett y conducido a la prisión de Londres. Allí ambos permanecieron más de dos años y medio. Después del fracaso de la Armada Invencible, comparecieron ante el tribunal de Chichester, que decidió hacer con ellos un escarmiento.

Y en Ipswich: el Beato Juan Robinson, nació en Ferrensbery, en el Yorkshire. Cuando quedó viudo, pasó a Reims, donde su hijo Francisco estudiaba también para el sacerdocio. Recibió la ordenación sacerdotal en 1585. Fue arrestado en cuanto puso el pie en tierra inglesa. Después de pasar algún tiempo en la prisión de Clink, en Londres, compareció ante el tribunal, que le condenó a muerte. El día en que llegó a Ipswich la autorización oficial para la ejecución (28 de septiembre de 1588), el beato "se llenó de alegría, regaló todo su dinero al portador de la autorización y cayó de rodillas para dar gracias a Dios".

1 de octubre



SAN REMIGIO DE REIMS(+ ca.530)



San Remigio, célebre obispo de Reims, conocido en la historia principalmente por el hecho de haber bautizado al rey Clodoveo y un buen número de su pueblo, fué hombre, según el testimonio de San Gregorio de Tours, insigne por su erudición y santidad y por sus obras maravillosas, por todo lo cual es considerado como el apóstol de los francos. Las fuentes que nos informan sobre él, principalmente San Gregorio. de Tours y San Avito de Vienne, aunque fieles en la relación de los hechos fundamentales, no son absolutamente seguras, en lo que se refiere a los detalles de los mismos. Sin embargo, tomando el conjunto de éstos, podemos decir que estamos suficientemente informados.

Nacido en Laon, hacia el año 437, de padres galos, hizo tan considerables progresos en su formación, y particularmente en la elocuencia, que, según el testimonio de San Sidonio Apolinar, compañero suyo en los primeros años, llegó a superar a todos sus iguales. Contando sólo veintidós años de edad, al quedar vacante en 459 la sede de Reims, fue él destinado para la misma, y los hechos probaron bien pronto que con su celo y fervor de espíritu suplía lo que le faltaba de experiencia.

No poseemos muchas noticias sobre la actividad de San Remigio durante la primera etapa de su vida, desde su elevación a la sede de Reims, en 459, hasta el gran acontecimiento de la conversión de Clodoveo, hacia el 496, en que tan directamente intervino San Remigio. Pero lo poco que conocemos nos lo presenta como un prelado eminente, consciente de sus deberes y entregado de lleno a la instrucción y gobierno de su pueblo. Sabemos por Sidonio Apolinar que desarrolló gran actividad en convertir a muchos entre los invasores francos y someterlos al yugo de Cristo. El mismo atestigua que poseyó un volumen de los sermones de Remigio, cuya suavidad, belleza de expresión y plenitud de doctrina pondera extraordinariamente. Con esta elocuencia, a la que se juntaba su eminente santidad, contribuyó eficazmente a poner el fundamento de la conversión del pueblo de los francos.

Entre los pocos documentos que de este tiempo se nos han conservado es digna de memoria una carta, dirigida por San Remigio, hacia el año 482 a Clodoveo, en la que lo felicitaba por su feliz principio como rey de los francos en la región de Tournai y le daba excelentes orientaciones y consejos para el gobierno de su pueblo. Así le dice: "Debéis mostrar deferencia con los sacerdotes y recurrir siempre a su consejo. Si reina armonía entre vos y ellos, vuestro reino sacará de ello mucho provecho... Que todos os amen y os respeten... Que vuestro tribunal sea asequible a todos y que nadie salga triste de él. Emplearéis todas las riquezas de vuestros padres en librar cautivos y desatar las cadenas de los esclavos..."
De hecho, tal era ya su prestigio por este tiempo que, cuando Clodoveo conquistó la Galia del Norte, en torno al año 490, Remigio fue, seguramente, el intermediario entre la población indígena, cristiana en su mayoría, y los dirigentes conquistadores. Todo su empeño lo dirigió desde entonces a atraer al mismo Clodoveo a la religión cristiana.

Precisamente la intervención de San Remigio en la conversión definitiva de Clodoveo y del pueblo franco constituye el punto más interesante y glorioso de su vida. Por esto es conveniente notarla con alguna detención. Ante todo, consta que en este tiempo Clodoveo, aunque continuaba afecto al paganismo, trataba amistosamente con los cristianos, que constituían la mayoría de la población indígena. El mismo había tomado por esposa a la católica Clotilde, hija del rey cristiano de Borgoña, Chilperico. Más aún: sabemos que ella realizó repetidos intentos de convertir a su esposo al cristianismo, y que éste consintió en que su primogénito fuera bautizado. Es verdad que según se refiere, habiendo muerto el niño poco después dei bautismo, echó en cara a la reina esta muerte, afirmando que no hubiera muerto si hubiera sido puesto bajo la protección de los dioses francos; sin embargo, volvió a permitir que su segundo hijo fuera bautizado.

Estando, pues, Clodoveo en esta disposición tuvo lugar su conversión, según todos los indicios, durante la guerra que mantuvo contra los alemanes el año 496 o tal vez 497. ¿Cómo sucedió este importante acontecimiento y qué intervención tuvo en él San Remigio, el apóstol de los francos? No es fácil responder con absoluta objetividad a esta pregunta. Sin embargo, teniendo presente el relato de San Gregorio de Tours, que es quien más detalles nos ofrece, y otras noticias contemporáneas, podemos responder substancialmente lo siguiente:
Habiendo irrumpido los alemanes en el territorio de los francos encontrábase Clodoveo en el momento decisivo de la batalla. Más aún: cuando advirtió que los francos comenzaban a ceder y que era inminente la victoria de sus enemigos, invocó al Dios de su esposa, Santa Clotilde, prometiéndole abrazar la fe si le concedía la victoria. De hecho, inesperadamente, volvieron la espalda los enemigos y emprendieron la huida. Ante un hecho tan sorprendente, Clodoveo, ya victorioso, se decidió a realizar lo prometido.

A este hecho fundamental añade San Gregorio de Tours diversos detalles, de cuya objetividad no ofrece plenas garantías Tales son: que su esposa, Clotilde, antes de emprender Clodoveo la batalla, le dijo: "Señor, si quieres alcanzar victoria, invoca al Dios de los cristianos: si tú lo invocas con toda confianza, nada se te puede resistir". A lo cual respondió Clodoveo que así lo haría, y, si salía victorioso, se haría cristiano. Por esto el mismo historiador, en el momento crítico de la batalla, pone en boca del rey franco estas palabras invocando al Señor: "¡Oh Cristo, a quien Clotilde invoca como Dios vivo!, yo imploro tu ayuda. He invocado a mis dioses, y ellos no tienen ningún poder. Acudo, pues, a ti. Yo creo en ti. Líbrame de mis enemigos y yo me bautizaré en tu nombre".

El mismo Gregorio de Tours añade multitud de detalles sobre los acontecimientos que luego siguieron: cómo, lleno de júbilo por la victoria, exclamó al encontrarse con su esposa, Clotilde: "Clodoveo ha vencido a los alemanes pero tú has vencido a Clodoveo". Y a continuación realizó con toda solemnidad el acto trascendental de su propio bautismo y de gran número de magnates de su pueblo. Reduciendo, pues, a lo substancial todo este relato, podemos sintetizarlo de la manera siguiente:
Con el consejo de su esposa, Santa Clotilde, Clodoveo se puso en contacto con San Remigio de Reims, y, efectivamente, bajo su dirección, tanto el rey como un buen número de magnates y del pueblo recibieron la instrucción necesaria para poder recibir el bautismo. Clodoveo manifestó, por una parte, su preocupación de que muchos de ellos, particularmente los hombres de su guardia personal, no renunciarían fácilmente a sus dioses, y, por otra, su voluntad de que no se forzara a nadie a abrazar la fe cristiana. Pero la mayoría de los magnates y demás cortesanos se manifestó decidida a seguir el ejemplo de su rey. Así, pues, dedicóse de lleno San Remigio a la obra de su instrucción, en lo que consta que le ayudó otro santo insigne, San Vedasto.
La escena misma del bautismo, aun exponiéndonos a mezclar los hechos estrictamente históricos con detalles subjetivos del cronista, vale la pena reproducirla como nos la refiere San Gregorio. En efecto, con el objeto de impresionar los sentidos de aquel pueblo bárbaro con las solemnes ceremonias del bautismo, San Remigio y la reina Clotilde procuraron que la ciudad de Reims, donde se realizó probablemente este gran acto, se engalanara con toda magnificencia y que la catedral y el baptisterio aparecieran con los esplendores de las grandes fiestas. Luego añade el historiador: "El nuevo Constantino avanza hacia el baptisterio. Cuando hubo entrado en él, en presencia de todo el pueblo y de la corte entera que lo contemplaba, el obispo Remigio le dice: "Inclina humildemente tu cabeza; adora lo que hasta ahora has quemado: quema lo que hasta aquí has adorado". Así, pues, habiendo hecho Clodoveo la profesión de fe en Dios omnipotente y en la Trinidad, fue bautizado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo".
A continuación San Remigio bautizó a dos hermanas del rey y, con la ayuda de otros sacerdotes, a unos tres mil hombres de la corte y del ejército, así como también a gran multitud de mujeres y niños. Muchos suponen que estos acontecimientos tuvieron lugar el 25 de diciembre de 496, el mismo año de la victoria de Clodoveo sobre los alemanes.
Fácilmente se comprende el entusiasmo con que recibió estos acontecimientos el episcopado de las Galias. San Avito de Vienne escribía al príncipe: "Vuestra fe es nuestra victoria... ¿Osaré yo predicaros la misericordia de Dios, cuando un pueblo, hasta ahora cautivo, celebra la vuestra con transportes de júbilo ante el mundo entero y con lágrimas delante de Dios? Yo no formulo más que un voto; puesto que Dios va a hacer, por vuestro medio, un pueblo enteramente suyo, esparcid del tesoro de vuestro corazón semillas de fe entre los pueblos vecinos que, viviendo en su ignorancia, no han sido corrompidos por los gérmenes de las doctrinas perversas".
Una vez realizada la conversión oficial del pueblo franco, en la que tan activa parte tuvo San Remigio, continuó éste trabajando con la mayor intensidad en su ulterior instrucción. Bajo la protección de Clodoveo continuó esparciendo entre los francos la semilla del Evangelio, con lo cual realizó una obra admirable. La leyenda le atribuye un número extraordinario de milagros en esta labor de evangelización. A este propósito es célebre, sobre todo, la de la vasija o ampolla sancta, que se conservaba en la abadía de San Remigio, que se supone ser la misma que sirvió para ungir con el óleo santo del bautismo al rey Clodoveo y que vino milagrosamente del cielo. Esta vasija se empleaba en la consagración de los reyes de Francia, pero fue rota en la Revolución francesa, si bien se conserva una parte de ella en la catedral de Reims.
Los obispos, reunidos en una asamblea convocada en Reims, declararon que se sentían impulsados a la defensa de la fe por el ejemplo viviente de San Remigio, el cual, según ellos afirman, "en todas partes destruyó los altares de los ídolos, realizando multitud de milagros". De él conservamos una carta, escrita poco después de la muerte de Clodoveo, ocurrida en 511 y dirigida al obispo de Tongres-Maestricht. En tono enérgico reprocha a este último obispo algunos excesos cometidos contra algunos pueblos. De este modo aparece la entereza de carácter con que continuó trabajando hasta el fin de su vida.
De todo ello se deduce que San Remigio, en la última etapa de su vida, hizo lo que pudo para promover el Evan gelio entre el pueblo de los francos, recién convertido al cristianismo, por lo cual, con justo título, es venerado como su apóstol. En un sínodo celebrado en 517 convirtió a un obispo arriano, que se había presentado para argluir contra el santo obispo. Sin embargo, su acción apostólica no siempre encontró la aprobación y buena acogida entre sus hermanos de episcopado.
Poco después de la muerte de Clodoveo, probablemente en 512, los obispos de París, Sens y Auxerre le escribieron acerca de un sacerdote, llamado Claudio, ordenado por él a petición del rey. En la carta le reprochan el haber ordenado a un hombre mercader, según ellos, de degradación, y dan a entender que piensan fue sobornado para ello, acusándole de haber perdonado todos los desaciertos financieros de Claudio. Se conserva la carta con la que San Remigio respondió a este cúmulo de inculpaciones y acusaciones infundadas. Claramente convencido de que aquellos obispos estaban llenos de despecho y apasionamiento, se lo manifiesta así con toda claridad, pero su respuesta es un modelo de paciencia y caridad.

San Gregorio de Tours atestigua que gobernó la Iglesia de Reims setenta años, y que murió en paz hacia el año 530. Se ha conservado el texto de un testamento, que se le atribuye. Probablemente es auténtica la versión breve del mismo. Su fiesta se celebró en distintas fechas, y la Iglesia de Reims le dedicaba cinco durante el año: el 12 de enero, la vigilia; el 13, su fiesta, el 29 de mayo, la traslación, el 1 de octubre, otra traslación; el 30 de diciembre, su relación. Pero, al fin, prevaleció el 1 de octubre como única fiesta.


BERNARDINO LLORCA, S. I.


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