“Prefiero equivocarme creyendo en un Dios que no existe, que equivocarme no creyendo en un Dios que existe. Porque si después no hay nada, evidentemente nunca lo sabré, cuando me hunda en la nada eterna; pero si hay algo, si hay Alguien, tendré que dar cuenta de mi actitud de rechazo”Blas Pascal

miércoles, 2 de mayo de 2012

"El que Canta con devoción ora dos veces" (S.Agustin)




HIMNO DE CONGRESO EUCARISTICO INTERNACIONAL  DE 1934

De él participaron entre otros San Luis Orione y fue Legado Pontificio el entonces Cardenal Pacelli, luego Pío XII, otra figura que no dudamos estará pronto en los altares.
Buenos Aires tiene en su historia un día divino, como no lo tiene ninguna otra ciudad.
La cuidadosa preparación espiritual del XXXII Congreso Eucarístico Internacional que durante dos años trabajó el corazón de este pueblo, fructificó en la esplendorosa primavera de 1934, que nuestros ojos vieron, por un prodigio de la gracia, convertida en un otoño fecundo.

DIOS DE LOS CORAZONES
¡Dios de los corazones
sublime Redentor,
domina las naciones
y enséñales tu amor!

 Señor Jesucristo
que en la última Pascua,
tu Sangre divina
diste antes de darla:

tu Cuerpo y tu Sangre
deseamos con ansias...
¡En donde está el cuerpo
se juntan las águilas!

Es tuyo este pueblo
de muchas estirpes,
pues Tú renovaste
sus fuerzas viriles:

Es de Ella y es tuyo,
lo guarda la Virgen,
llegada en carreta
por campos humildes.
Conocen tu nombre,
la urbe y el río,
la línea que es Pampa
y el germen que es trigo...

y cálidas notas
de timbre argentino
saludan tu hechura
de Dios escondido.

Pasearon el Corpus
por nuestros solares
los hombres que luego
fundaron ciudades.
Y abrieron los surcos
para los trigales...
(Espigas dan hostias
y leños altares).

Antes que el arado
rompiera la costra
de la tierra virgen
se elevó la Forma...

¡Bandera tu Cuerpo
fue en la azul atmósfera!
¡Y el cáliz dorado
fue el sol de la gloria!

Manso Rey que sellas
la tierra argentina
con el sello blanco
de la Eucaristía:

La Patria se aroma
de incienso de Misa,
tú rozas los labios
y alientas las vidas.

En torno a tu mesa
cien pueblos y razas,
nutrió de infinitos
tu oculta sustancia...

Pequeñez inmensa
que multiplicada
es pan para el hambre
de todas las almas.

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