Escudo de Monseñor Ngo-Dinh-Thuc |
Introducción
I. Algunas aclaraciones
II. El hecho de las consagraciones
III. La validez de las consagraciones
IV. Objeciones dudosas
Conclusiones
Bibliografía
Durante una conversación con Monseñor Marcel Lefebvre, en 1980, di a entender que me preocupaba encontrar algún obispo luego de su muerte que pudiera ordenar sacerdotes católicos tradicionalistas y confirmar a nuestros niños.
El Arzobispo -que hasta entonces no había dado indicios de que consagraría obispos
algún día- me respondió, con tacto, que ese problema también a él le preocupaba y que
«Deus providebit» (Dios proveería). Y agregó-con una de sus típicas humoradas francesas que
cada vez que se resfriaba o estornudaba en el interior de la capilla del Seminario de
Ecône, casi le parecía oír a los 80 seminaristas que dejaban de rezar para hacer en silencio
una sola petición ferviente: «Señor, ¡que viva,al menos, hasta mi ordenación!».
Esta anécdota graciosa pone de relieve un tema grave. Para nosotros, católicos tradicionalistas,
los sacramentos constituyen el centro de nuestra vida espiritual y la clave de nuestra salvación. Sabemos que si deseamos oír Misa, recibir la Santa Comunión, recibir la absolución de nuestros pecados y ser fortalecidos con la Extremaunción, necesitamos sacerdotes, y es bien sabido que solo los obispos pueden ordenar sacerdotes.
Pues bien, ¿dónde podemos ir a buscar un obispo que ordene sacerdotes católicos tradicionalistas,
y garantizar así que la Misa latina tradicional siga celebrándose en nuestros altares?
El laicado y el clero ligados a la Fraternidad San Pío X (especialmente los seminaristas
ansiosos) ya no tienen de qué preocuparse. El 30 de junio de 1988, Mons. Lefebvre y el
Obispo emérito de Campos, Brasil, Antonio de Castro Mayer, consagraron cuatro obispos
para la Fraternidad San Pío X; desde entonces,estos obispos han ordenado nuevos sacerdotes
para la Sociedad y hace poco [en 1991, año de este trabajo, n.d.r.] consagraron un obispo para suceder a Mons. de Castro Mayer en Campos.
Los obispos de Lefebvre restringen sus deberes ministeriales meramente a las capillas y el clero que admiten todas las opiniones teológicas de la Fraternidad sin cuestionarlas, y que le rinden el control legal de sus bienes.
Asimismo, estos obispos ordenarán sacerdotes solo a los seminaristas que juren fidelidad a las posturas de la Fraternidad.
Muchos sacerdotes tradicionalistas están en desacuerdo con las posturas y las políticas
de la Fraternidad. Así que difícilmente podamos pensar en un obispo de Lefebvre si queremos
que los niños de nuestras capillas reciban el Sacramento de la Confirmación. Menos todavía podremos hallar un seminario donde formar al clero que nos sucederá algún día, y suponer tan luego que los obispos de Lefebvre fuesen a ordenar sacerdotes a los seminaristas que formáramos.
Pero los obispos de Lefebvre no son la única opción. En los EE.UU. existen actualmente seis clérigos católicos tradicionalistas comúnmente conocidos como obispos «Thuc», que a diferencia de los obispos de Lefebvre, no pertenecen a una única organización. Trabajan con total independencia unos de otros (como la mayoría de los sacerdotes tradicionalistas), aunque algunos de ellos se ayudan mutuamente para realizar determinadas tareas apostólicas.
A semejanza de los sacerdotes católicos tradicionalistas, estos seis obispos Thuc también son un grupo aparte. Cinco de ellos son hombres de más edad, formados y ordenados sacerdotes antes que los desastrosos cambios posconciliares hicieran sentir su impacto; uno (más joven) recibió una formación tradicional y fue ordenado según el antiguo rito bastante después de concluido el Concilio Vaticano II. Tres, eran sacerdotes diocesanos; tres, pertenecían a diferentes órdenes religiosas.
Cuatro de los obispos colaboran gentilmente con distintas capillas y clero católicos fuera de su propio entorno particular; dos de los obispos están completamente fuera, en órbitas distintas.
De estos seis obispos, uno de ellos tiene fama de buscapleitos notorio, otro no es demasiado conocido en ningún sentido, y los otros cuatro (dos de ellos consagrados hace poco) están muy bien considerados en los ámbitos donde desempeñan su apostolado, ya sea por vía de sus escritos o de su ministerio sacerdotal.
Los obispos Thuc norteamericanos pueden remontar sus consagraciones episcopales
hasta uno de estos dos hombres:- Monseñor M.L. Guérard des Lauriers O.P., ex profesor de la Pontificia Universidad Lateranense de Roma y del Seminario de la Fraternidad San Pío X en Ecône, Suiza (él fue uno de mis profesores) y autor de la famosa Intervención Ottaviani [El Breve Examen Crítico del Novus Ordo Missae, n.d.r.].- Monseñor Moisés Carmona Rivera, sacerdote diocesano procedente de Acapulco, que durante años dijo la Misa tradicional para numerosos grupos de fieles de distintas partes de México.
En 1981 Mons. Guérard y Mons. Carmona fueron consagrados obispos por una misma persona: Monseñor Pierre Martin Ngodinh- Thuc (†1984), Arzobispo emérito deHué, Vietnam.
Mons. Thuc -nombrado por Pío XI y consagrado obispo en 1938- fundó la Diócesis de Vinh-long y fue nombrado Arzobispo de Hué en 1960. En 1963, mientras estaba en Roma para asistir al Concilio Vaticano II, su hermano, Ngo-dinh-Diem, Presidente de Vietnam del Sur, fue derrocado y asesinado durante un golpe de estado. Al no poder volver a Vietnam y ser marginado por el Vaticano, Mons.Thuc sobrevivió a duras penas como sacerdote asistente en distintas parroquias de los alrededores de Roma.
Aparentemente, su interés por el movimiento tradicionalista habría comenzado a principios de 1975, cuando visitó el Seminario de Mons. Lefebvre en Ecône, Suiza.
El episodio resultó ser una bendición y no serlo, pues es allí donde Mons. Thuc entabla amistad con el Padre M. Revaz, antiguo canciller de la Diócesis suiza de Sión y profesor de derecho canónico en el Seminario de Ecône. Más tarde, en 1975, el Padre Revaz convenció a Mons. Thuc de que la solución de los problemas de la Iglesia se hallaba en unas supuestas «apariciones marianas» en el Palmar de Troya, España, e insistió al Arzobispo para que consagrara obispos destinados a los seguidores del Palmar que deseaban conservar la Misa tradicional. Mons. Thuc aceptó y realizó las consagraciones en diciembre, pero al año siguiente repudió su vinculación con el grupo del Palmar (1).
Los católicos tradicionalistas que arguyen sobre las acciones posteriores de Mons. Thuc dentro del movimiento tradicionalista pertenecerían a dos campos contrarios. El primer grupo lo canoniza, retratándolo como un valeroso héroe que invariablemente rechazó todos los errores de la Iglesia Conciliar. El segundo grupo lo injuria, pintándolo como un pobre viejo tonto que carecía del estado mental necesario para conferir válidamente un sacramento. Ambos grupos están equivocados.
Por un lado, si bien Mons. Thuc decía la Misa tradicional,difícilmente era otro Atanasio. Sus acciones y sus declaraciones sobre la situación de la Iglesia a menudo eran, como las de Mons. Lefebvre, contradictorias y mistificadoras.
Y también a semejanza de Mons. Lefebvre, aparentemente aceptó un acuerdo con el Vaticano para luego cambiar de opinión.
Por otro lado, los vaivenes teológicos y los errores de juicio práctico simplemente demuestran
que determinado arzobispo (cada uno elija el que desee) es humano y falible.
Eso no prueba que haya perdido la capacidad mental mínima que la Iglesia requiere para administrar un sacramento válidamente.
Bueno, hemos hecho alguna digresión. Nuestro propósito aquí no es repasar las idas y venidas de la trayectoria de Mons. Thuc sino determinar si los seis obispos Thuc de los EE.UU. fueron válidamente consagrados; es decir, si tienen o no el poder sacramental que todos los obispos católicos poseen para administrar el Sacramento de la Confirmación, ordenar sacerdotes que sean realmente sacerdotes, y consagrar a otros obispos que sean realmente obispos.
Este poder sacramental, denominado Sucesión Apostólica, es transmitido por un obispo católico a todos los obispos que él consagra.
A su vez, ellos [los obispos] transmitirán este poder sacramental a todos los obispos que
ellos consagren, y así sucesivamente.Por lo tanto, para realizar nuestra averiguación
debemos examinar las consagraciones episcopales de los dos prelados hasta los cuales se remontan los seis obispos de los EE.UU., y que son Mons. Guérard y Mons. Carmona. Si las consagraciones episcopales de los dos últimos pueden considerarse válidas, entonces toda la línea de órdenes que proceden de ellas es asimismo válida.
Como demostraremos a continuación, todos los hechos importantes, los pronunciamientos
de los Papas, los canonistas (expertos en derecho canónico) y los teólogos moralistas católicos llevan a una sola e inevitable conclusión: estamos obligados a considerar como válidas las consagraciones episcopales conferidas por Mons. P.M. Ngo-dinh-Thuc a M.L. Guérard des Lauriers y a Moisés Carmona Rivera.
Dado que las consagraciones de los Obispos Guérard y Carmona fueron válidas, estamos
asimismo obligados a considerar como válida toda la línea de órdenes que procede
de ellos, y entonces, también a sostener que los sacerdotes ordenados en esta línea son verdaderamente sacerdotes y que los obispos consagrados en esta línea son verdaderamente obispos.
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1) Einsicht nº 11 (marzo, 1982), pág. 12: «Je n’ai plus de relations avec Palmar depuis leur chef se proclame Pape. Je
désapprouve tout ce qu’ils font» («No tengo más relaciones con el Palmar desde .que su jefe se proclamó Papa. Desapruebo todo lo que hacen»)
En 1982 dos norteamericanos hicieron su presentación en los EE.UU. como obispos Thuc. Las circunstancias que rodearon su aparición, dicho suavemente, no fueron de buen augurio.
Uno de ellos era un sacerdote relativamente nuevo dentro del movimiento tradicionalista,
y nunca se conocieron del todo bien los detalles de cómo o por qué se lo eligió
para consagrarlo obispo. El otro vino saltando obstáculos para lograr su mitra. Como sacerdote,
en febrero de 1982, se ufanó de apoyar a Juan Pablo II. Poco después, el discurso de los obispos Thuc y su línea dura contra Juan Pablo II comenzó a difundirse. En junio abrazó la posición sedevacantista y en agosto, el otro norteamericano lo consagró obispo.
De allí en más, los dos obispos se lanzaron denuncias, dividieron capillas, pronunciaron
«excomuniones», pretendieron crear diócesis, y por otro lado, iniciaron una campaña de «sígueme o muérete», de ésas tan endémicas dentro del clero tradicionalista.
En enero de 1983 publiqué un extenso artículo en el que exponía estos entretelones, junto con una semblanza de Mons. Thuc, con defectos y todo. Allí no examinaba si las consagraciones
eran válidas, pero comenté que «haría falta investigar un poco a fin de averiguar lo que los teólogos y canonistas consideran prueba suficiente de la validez en tal caso» (2).
Ante la falta de tal investigación, yo mismo me incliné a ver a las consagraciones como
dudosas. Así también pensaron mis compañeros sacerdotes del Noreste. Incluso después que nos expulsaran de la Fraternidad San Pío X en abril de 1983, las actividades de los dos obispos Thuc norteamericanos nos dejaron ver que la idea de cooperar con ellos era moralmente imposible. Y el asunto durmió durante dos años.
En 1985 uno de mis colegas, el Padre Donald J. Sanborn, sugirió que nuestro grupo tomara contacto con Dom Antonio de Castro Mayer, el Obispo emérito de Campos, Brasil, para ver si estaría dispuesto a ordenar sacerdotes para nosotros, o al menos a darnos algún consejo. Este prelado había adoptado una postura fuerte contra la Nueva Misa y se decía que su posición respecto de Juan Pablo II era mucho más dura que la de Mons. Lefebvre.
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2) The Roman Catholic nº 5 (enero, 1983), nº 8.
3) Entre ellas: Catholic University, St. John’s, Fordham,Xavier, Marquette, Detroit, Dunwoodie, Douglaston, St.
Francis y el Josephinum.
El Padre Sanborn visitó Campos en abril de 1985 y conversó largamente con Mons. de
Castro Mayer. Quedó claro que el obispo limitaba su apostolado exclusivamente a Brasil.
Cuando el Padre Sanborn mencionó el tema de quien ordenaría a nuestros sacerdotes,
Monseñor de Castro Mayer dijo: «¡Recurran a Guérard!».
El Padre Sanborn le respondió que dudaba de la validez de la consagración episcopal
de Mons. Guérard. Monseñor le respondió:
«Si es válida para Guérard, es válida para mí». El Padre Sanborn le explicó algunas de sus
dudas, pero Mons. de Castro Mayer le respondió:
«Guérard es la persona más calificada del mundo para determinar si la consagración
fue válida».
A su regreso, el Padre Sanborn propuso que algunos de nosotros investigáramos los
principios que aplican los teólogos moralistas para determinar si una consagración episcopal
es válida. Dado que yo era escéptico sobre las consagraciones, me ofrecí para hacer
el trabajo con él.
La investigación resultó ser una labor formidable.Con el Padre Sanborn pasamos, a
partir de 1985, por lo menos unas mil horas en bibliotecas de universidades y seminarios
católicos de todo EE.UU., estudiando principalmente teología y secciones completas de
derecho canónico (3).
La conclusión que comenzó a surgir fue - debo admitirlo- contraria a mis expectativas de
un principio. No existen pruebas «especiales» o «extra» que a uno le permitan decir que determinadaconsagración episcopal es válida.
Los canonistas y los teólogos consideran una consagración como harían respecto de cualquier
otro sacramento. Una vez que se realizó, se la considera válida y el «peso de la prueba» (si correspondiera) es responsabilidad de quienes cuestionan su validez.
En septiembre de 1988 el Padre Sanborn distribuyó un breve informe interno, en un
encuentro sacerdotal, sobre los principios teológicos que deben aplicarse. El Padre concluyó que tenemos que considerar a las consagraciones como válidas.
En general, el informe me pareció convincente.
En particular, los comentarios hechos por el Padre coincidían con lo que había develado de la Bula Apostolicae Curae de León XIII.
Hubo una discusión acalorada. Más tarde, ese mismo día, conversé con el Padre Clarence
Kelly, que estaba al frente de nuestro grupo. Mencioné que el pronunciamiento de León XIII parecía echar por tierra mis objeciones en contra de la validez de las consagraciones
(incluida la suya propia). Él me respondió: «Nosotros no podemos decir que las
consagraciones [de los obispos Thuc] son válidas, o algunos de nuestros sacerdotes querrán asociarse a ellos».
En ese punto llegué a la conclusión de que los argumentos contra la validez de las consagraciones podrían basarse en alguna otra cosa que no fueran las normas objetivas de la teología sacramental.
Después que dejé la Sociedad San Pío V en julio de 1989, el Padre Sanborn y yo seguimos
comparando los apuntes de nuestras investigaciones. Lo que sigue es el resultado de nuestros esfuerzos compartidos, pero la mayor parte del crédito le corresponde al Padre Sanborn, que rastreó las fuentes teológicas y los decretos papales con tenaz determinación
Comenzamos nuestra investigación planteándonos estas dos simples preguntas:
- El 7 de mayo de 1981 en Toulon, Francia, ¿realizó Monseñor Thuc el rito de consagración
episcopal de Guérard des Lauriers siguiendo el rito católico tradicional?
- El 17 de octubre de 1981 en Toulon, Francia, ¿realizó Monseñor Thuc el rito de consagración
episcopal de Moisés Carmona siguiendo el rito católico tradicional?
La respuesta a ambas preguntas es afirmativa.Pero hay que observar que empleamos una frase torpe. Preguntamos si Mons. Thuc realizó el rito de consagración episcopal para dos personas, en vez de preguntar si las consagró.
¿Porqué?
Para dirigir la atención hacia una distinción importante entre dos cosas:
- El hecho de un sacramento, i.e., ¿hubo una ceremonia? y
- La validez de un sacramento, i.e., ¿sirvió la ceremonia?
Los canonistas y moralistas, como los Padres Cappello (4), Davis (5), Noldin (6), Wanenmacher
(7) y Ayrinhac (8) dan por descontada esta distinción. De igual modo, los tribunales de la Iglesia convinieron en legislar sobre la validez de un matrimonio (9) o de una ordenación (10). Primero los hechos, después la validez.
En este capítulo, por lo tanto, no trataremos el tema de la validez (¿Sirvieron las consagraciones?),
sino tan solo la cuestión del hecho (¿Hubo una ceremonia?; ¿realizó el rito Mons. Thuc?).
No hay duda de que las consagraciones Thuc se realizaron. Pero como algunos sacerdotes
tradicionalistas han protestado por el hecho de que las consagraciones no han sido
«probadas» o «seguras», o que no pueden ser «reconocidas», nos detendremos unos momentos
para probar lo que es obvio.
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4) F. CAPPELLO, Tractatus Canonico-Moralis De Sacramentis (Roma, Marietti 1961), 1, 21: «Quoties rationabile seu prudens adest dubium de collato sacramento necne aut de collati sacramenti valore». El énfasis es mío.
5) H. DAVIS, Moral and Pastoral Theology (New York, Sheed and Ward 1943), 3, 25: La «validez de un sacramento se da por sentada». El énfasis es mío.
6) H. NOLDIN Y A. SCHMITT, Summa Theologiæ Moralis (Innsbruck, Rauch 1940), 3, 27: «In sacramentis... dubium facti habetur, si dubitatur, an sacramentum reipsa collatum sit vel quomodo collatum sit, nempe cum debita materia, forma et intentione». El énfasis es del autor.
7) F. WANENMACHER, Canonical Evidence in Marriage Cases (Filadelfia, Dolphin 1935), 500: «...cuando el hecho del bautismo se ha establecido, pero la validez permanece dudosa...». El énfasis es mío.
8) H. AYRINHAC, Legislation on the Sacraments (New York, Longmans 1928), 6: «Si existiera una duda prudente sobre el hecho de su administración o de su validez...». El énfasis es mío.
validez de un matrimonio (9) o de una ordenación (10). Primero los hechos, después la validez.
En este capítulo, por lo tanto, no trataremos el tema de la validez (¿Sirvieron las consagraciones?),
sino tan solo la cuestión del hecho (¿Hubo una ceremonia?; ¿realizó el rito
Mons. Thuc?).
No hay duda de que las consagraciones Thuc se realizaron. Pero como algunos sacerdotes
tradicionalistas han protestado por el hecho de que las consagraciones no han sido
«probadas» o «seguras», o que no pueden ser «reconocidas», nos detendremos unos momentos
para probar lo que es obvio.
Cuando las cosas eran normales en la Iglesia, era sencillo comprobar el hecho de si una
consagración episcopal se había realizado.
Uno se dirigía a alguna autoridad que miraba el detalle en un registro oficial. Si un funcionario
eclesiástico autorizado había asentado la consagración en el registro correctamente, el
derecho eclesiástico la consideraba un hecho «probado» a los ojos del derecho canónico.
Lo mismo se aplica a los bautismos, las confirmaciones y las ordenaciones sacerdotales.
Si los registros oficiales se extraviaban o se destruían accidentalmente, se podía tomar
otra vía. Se llevaban las pruebas a alguien con autoridad -un obispo diocesano o un juez de
un tribunal del Vaticano-, que examinaba la evidencia y emitía un decreto declarando que
fulano de tal había recibido el sacramento.
Estos funcionarios gozaban de un poder legal denominado jurisdicción ordinaria, una
autoridad que en última instancia provenía del Papa, a los fines de ordenar, legislar, castigar y
juzgar. Parte de esa autoridad consistía en el poder de establecer a los ojos del derecho eclesiástico
que un determinado acto sacramental había sido realizado, para funcionar como contrapartida
sacramental en el Registro de actos.
En ambos casos -se trate de los registros oficiales o de los decretos de la jerarquía- alguien con jurisdicción ordinaria estaba ejerciendo su poder. Juzgaba que tenía las evidencias legales
suficientes de que una ordenación en particular, por ejemplo, se había realizado. La ingresaba en el registro oficial o emitía un decreto.
El hecho de la ordenación quedaba, así, establecido ante la ley.
A diferencia de esto, consideremos mi propia ordenación. Es un hecho que Monseñor
Lefebvre me ordenó sacerdote en Ecône, Suiza, el 29 de junio de 1977. Pero el hecho
no ha sido establecido legalmente. No está asentado en el registro de ordenaciones de la
Diócesis de Sión, como exigiría el derecho eclesiástico.
Si durante mi vida la Iglesia retornara a la normalidad, tendría que ver a alguien con jurisdicción ordinaria que entonces se expediría sobre la evidencia, y emitiría un decreto que establecería legalmente el hecho de mi ordenación.
¿Esto, en donde coloca el hecho de las consagraciones Thuc? En el mismo plano en que
quedan mi ordenación, las consagraciones de Lefebvre y todos los sacramentos que el clero
tradicionalista confiere: en una especie de limbo jurídico. Dado que nadie dentro del movimiento
tradicionalista tiene jurisdicción ordinaria, nadie tiene poder para expedirse sobre
la prueba legal de que determinado sacramento fue realizado, y entonces establecerlo
como un hecho ante el derecho eclesiástico.
Esa es una prerrogativa de los funcionarios eclesiásticosque recibieron su autoridad de un Papa.
No obstante, los católicos tradicionalistas podemos y efectivamente establecemos el hecho
de que hemos conferido o recibido sacramentos.
Nos valemos de la certeza moral, un concepto sencillo que aplicaremos a las consagraciones Thuc y también a los demás sacramentos.
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9) Código de Derecho Canónico, canon 1014: «In dubio standum est pro valore matrimonii, donec contrarium probetur...».
10) Véase S.C. de Sacramentos, Decreto del 9 de junio de 1931, Acta Apostolicae Sedis 23 (1931), 457ff.
Mons. Thuc tuvieron una difusión pública escasa o nula en los EE.UU. Sin embargo, es
fácil documentar el hecho que las ceremonias se realizaron. Estas son algunas fuentes:
- Fotografías publicadas de la consagración de Mons. Guérard, el 7 de mayo de 1981 (11).
- Fotografías publicadas de la consagración de Mons. Carmona y de Mons. Adolfo Zamora,
el 17 octubre de 1981 (12).
- Las leyendas que acompañan a estas fotos y afirman que Mons. Thuc efectuó las consagraciones
según el Pontifical Romano (edición de 1908) (13).
- Una entrevista de febrero de 1988, efectuada bajo juramento, al Dr. Kurt Hiller, que
estuvo presente en ambas consagraciones y que sostuvo el libro del ritual (el Pontifical Romano)
para Mons. Thuc mientras éste realizaba el rito de consagración (14).
- Una declaración jurada del Dr. Eberhard Heller, que también estuvo presente en ambas
consagraciones y en la que atestigua que los Monss. Guérard, Carmona y Zamora fueron
consagrados obispos por Mons. Thuc y que «Las consagraciones se hicieron según el Pontifical Romano (Roma, 1908)» (15).
- Una carta de Joseph Cardenal Ratzinger dirigida a Mons. Thuc, que habla de una «indagación
bien sustentada» hecha por el Vaticano sobre las consagraciones y en la cual aclara
específicamente que Mons. Thuc consagró a Guérard, Carmona y Zamora (16).
- Una declaración del Vaticano de 1983 que menciona por el nombre a los que fueron
consagrados, y además -como es previsible- denuncia las consagraciones (17).
- La publicación de una carta de Mons. Thuc, fechada el 11 de julio de 1984, en la
que reconoce que en 1981 confirió el episcopado a «varios sacerdotes, a saber, a los Padres
M.L. Guérard des Lauriers O.P., Moisés Carmona y Adolfo Zamora» (18).
- La publicación de una entrevista a Mons. Guérard en la que él atestigua que Mons. Thuc
lo consagró el 7 de mayo de 1981, que «la consagración fue válida», que «se siguió íntegramente
el rito tradicional (exceptuando la lectura del mandato romano)», y que «Mons. Thuc y yo tuvimos la intención de hacer lo que hace la Iglesia» (19).
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11) Einsicht nº 12 (mayo, 1982), págs. 4-6.
12) Einsicht nº 11 (marzo, 1982), págs. 14-19.
13) Einsicht nº 11 (marzo, 1982), pág. 14: «Bischofsweihe S.E. Mgr. M.L. Guérard des Lauriers, o.p.: in Toulon am 7.Mai 1981; Konsekrator: S.E. Mgr. Pierre Martin Ngo-dinh-Thuc: nach dem ‘Pontificale Romanum summorum pontificum jussu editum a Benedicto XIV et Leone XIII. Pont. Max.’ (Ratisbonae, Romae, etc. 1908)». «Bischofsweihe S.E. Mgr. Moises Carmona und S.E. Mgr. Adolfo Zamora in Toulon am 17 Oktober 1981; Konsekrator: S.E. Mgr. Pierre Martin Ngo-dinh-Thuc: nach dem ‘Pontificale Romanum’ (Ratisbonae, Romae, etc. 1908, S. 520 ff).
14) CLARENCE KELLY, ET AL., Entrevista al Dr. Kurt Hiller, Munich, febrero de 1988, passim.
15) EBERHARD HELLER: «Eidesstattliche Erklärung zu den Bischofsweihen von I.E. Mgr. M.L. Guérard des Lauriers, Mgr. Moises Carmona und Mgr. Adolfo Zamora», Einsicht nº 21 (julio, 1991), pág. 47. «Um noch bestehende Zweifel an den von S.E.Mgr. Pierre Martin Ngo-dinh-Thuc gespendeten Bischofsweihen. die z.B. von bestimmten Personen und Gruppen in den U.S.A. geäußert werden, und weil seine Excellenz inzwischen verstorben ist, er sich also dazu selbst nicht mehr äußern kann, erkläre ich an Eides statt, da ich den betreffenden Konsekrationen durch Mgr. Ngo-dinh-Thuc persönlich beiwohnte: Ich bezeuge, daß S.E. Mgr. M.L. Guérard des Lauriers O.P. am 7.Mai 1981, I.E. Mgr. Moises Carmona und Mgr. Adolfo Zamora am 17 Oktober 1981 in Toulon/ Frankreich von S.E. Mgr. Pierre Martin Ngo-dinh-Thuc zu Bischöfen der hl. katholischen Kirche geweiht wurden. Die Konsekrationen erfolgten nach dem ‘Pontificale Romanum’ (Rom 1908). Mgr. Ngo-dinh-Thuc spendete die Weihen im Vollbesitz seiner geistigen Kräfte und in der Absicht, der Kirche aus ihrer Notsituation herauszuhelfen,
die er in seiner ‘Declaratio’ über die Sedisvakanz vom 25. Februar 1982 präzisierte. München, den 10. Juli 1991. E. Heller».
16) Ratzinger a Thuc, Carta del 1º de febrero de 1983: «Après le délai nécessaire à une enquête fondée, la S. Congrégation pour la Doctrine de la Foi a pu s’assurer qu’au moins depuis 1981... vous avez également conféré... l’ordination épiscopale au religieux français M.L. Guérard des Lauriers, OP, ainsi qu’aux prêtres mexicains Moises Carmona et Adolfo Zamora» («Luego de un plazo necesario para hacer una investigación fundada, la S. Congregación para la Doctrina de la Fe pudo asegurarse de que al menos desde 1981... usted ha conferido igualmente... la ordenación episcopal al religioso francés M.L. Guérard des Lauriers OP, así como a los sacerdotes mexicanos Moisés Carmona y Adolfo Zamora»).
17) S.C. Pro Doctrina Fidei, Notificatio, 12 de marzo de 1983, Acta Apostolicae Sedis (abril, 1983).
18) L’Osservatore Romano, edición inglesa, 24 de diciembre de 1984.
19) Sodalitium nº 4 (mayo, 1987), pág. 24: «Affermo che questa Consecrazione è valida... Atteso che: 1) il rito tradizionale è stato integralmente osservato (fatto eccezione della lettura del ‘mandato romano’!): 2) Mons. Thuc ed io avevamo l’intenzione di fare ciò che fa la Chiesa». Énfasis del autor.
- Una entrevista a Mons. Guérard en la que nuevamente afirma haber sido consagrado
el 7 de mayo de 1981, y que se siguió el rito íntegramente (20).
- Una entrevista al RP. Noel Barbara, hecha bajo juramento, en la que el Padre Barbara
declara que visitó a Mons. Thuc en 1982, y que Mons. Thuc reconoció que, de hecho,
consagró a Mons. Guérard y a Mons. Carmona (21).
Todas estas fuentes, por supuesto, coinciden en la cuestión fundamental: el hecho de que Mons. Thuc realizó el rito de consagración episcopal para M.L. Guérard des Lauriers
el 7 de mayo de 1981, y nuevamente para Moisés Carmona y Adolfo Zamora el 17 de
octubre de 1981.
Las declaraciones de los doctores Heller y Hiller, y de Mons. Guérard, y las leyendas de
las fotografías (escritas por el Dr. Heller), además, concuerdan en otra cuestión fundamental:
el hecho de que Mons. Thuc utilizó el rito tradicional para realizar las consagraciones
Ante esta documentación, el lector razonablemente concluye que es un hecho que
Mons. Thuc realizó estas consagraciones y que es un hecho que usó el rito católico tradicional.
¿Porqué? Todos los documentos apuntan a los mismos hechos fundamentales. Las
partes involucradas nunca cambiaron su relato de los hechos. «Suena cierto».
Ese «suena cierto» que pensamos al considerar todos los hechos sobre esta cuestión o
cualquier otra, es resultado de la certeza moral, una norma de sentido común que aplicamos
permanentemente.
Los teólogos moralistas católicos dicen que la certeza moral se produce cuando nos damos
cuenta que es imposible que estemos equivocados sobre un hecho particular, ya que
lo opuesto a este hecho es tan improbable que sabemos que creerlo sería imprudente (22).
Esto implica, por lo tanto, considerar el opuesto de algo para ver su grado de probabilidad.
Un ejemplo (*) puede servir: Yo no vi morir a Elvis Presley. Pero su esposa, el médico,
el comisario y el enterrador afirman que murió.
Entonces pienso lo opuesto: que Elvis vive y anda acechando entre las góndolas del supermercado de mi barrio. Pero eso significaría que las cuatro personas que vieron su cadáver y que dicen que está muerto son todos unos mentirosos y forman parte de una
conspiración en masa. Esto es tan improbable que no podría creerlo. Por lo tanto, he llegado
a tener certeza moral sobre un hecho: Elvis -«El Rey»- está verdaderamente muerto.
En consecuencia, para llegar a tener certeza moral sobre las consagraciones Thuc, tenemos
que considerar si lo opuesto a las pruebas que poseemos es suficientemente probable
como para ser creíble: i.e., que Mons. Thuc no realizó la consagración de Mons.
Guérard ni de Mons. Carmona, o que si lo hizo no siguió el rito tradicional.
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20) JOSEPH F. COLLINS, Notas sobre la entrevista a Guérard, La Charité (Francia), agosto de 1987.
21) CLARENCE KELLY, ET AL., Entrevista a Noël Barbara, Greenwich CT, mayo de 1990.
22) Véase J. MCHUGH & C. CALLAN, Moral Theology, New York, Wagner 1929, 1, 643: «Los juicios son moralmente ciertos,cuando el error es imposible según lo que es habitual entre los hombres, lo opuesto de lo que sostiene la inteligencia es tan improbable que sería imprudente moverse a ello».
(*) Adnotatio editoris: Ne quid a devotis etiam rudis lectoribus celeretur, auctor reverendus planum facit se dicere
fabulam, latius in Statibus Foederatis Americae ab ephemeridibus aliis sordidis diffusam, quod E. Presley, citharoedum ac divum populo gratissimum (qui «Rex» appellabatur et obiit circa idibus Augusti, anno MCMLXXVII), non vero obiisse, sed vivit jam, quasi in occulto, interdum tamen se videndum praestans, praesertim uxoribus tabernas aromatarias frequentibus - exemplum immo vividum, etiamsi nimirum ab auctoribus probatis haud hucusque citatum [Sacerdotium].
Esto presupone las siguientes situaciones:
1) Que Mons. Thuc, Mons. Guérard, Mons. Carmona, Mons. Zamora (ya fallecidos) y dos
laicos archisedevacantistas mintieron, falsificaron fotografías dos veces, incurrieron en perjurio
en dos ocasiones y se involucraron en una conspiración complicadísima y muy bien
orquestada. 2) Que las seis personas más directamente involucradas estaban completamente
equivocadas al creer que habían ocurrido dos consagraciones episcopales. 3) Que Guérard,
Carmona y Zamora después confirieron ordenaciones y consagraciones episcopales que ellos
sabían que eran nulas e inválidas. 4) Que Guérard, Carmona y Zamora, ayudados e instigados
por los doctores Hiller y Heller, permitieron que Mons. Thuc los consagrara obispos
con un rito distinto del rito católico tradicional.
5) Que las personas que intervinieron en las consagraciones también engañaron a los
funcionarios del Vaticano sobre los acontecimientos, o bien hicieron que el Vaticano participara
de la conspiración.
Estas situaciones indudablemente son ridículas y absurdas, y no hay pruebas en absoluto
para sustentarlas. Pero son la única clase de teorías que alguien podría postular si quisiera
decir que no tenemos certeza moral alguna sobre el hecho de las consagraciones Thuc. Y
si acaso alguien piensa que estas alternativas son creíbles o probables, lo único que puedo
decirle es: Mantén tus ojos bien abiertos cuando estés en el supermercado...
Esto nos deja con la certeza moral sobre el hecho de las consagraciones Thuc; certeza
«que excluye todo temor de error y toda duda seria o prudente» (23). Esto es todo lo que los
teólogos exigen para cualquier sacramento. Ya que no tenemos ningún fundamento serio ni
prudente como para poner en duda la realización de las consagraciones, o que se empleó
el antiguo rito, debemos tomar a ambos acontecimientos como hechos establecido
I. Algunas aclaraciones
II. El hecho de las consagraciones
III. La validez de las consagraciones
IV. Objeciones dudosas
Conclusiones
Bibliografía
Introducción
Durante una conversación con Monseñor Marcel Lefebvre, en 1980, di a entender que me preocupaba encontrar algún obispo luego de su muerte que pudiera ordenar sacerdotes católicos tradicionalistas y confirmar a nuestros niños.
El Arzobispo -que hasta entonces no había dado indicios de que consagraría obispos
algún día- me respondió, con tacto, que ese problema también a él le preocupaba y que
«Deus providebit» (Dios proveería). Y agregó-con una de sus típicas humoradas francesas que
cada vez que se resfriaba o estornudaba en el interior de la capilla del Seminario de
Ecône, casi le parecía oír a los 80 seminaristas que dejaban de rezar para hacer en silencio
una sola petición ferviente: «Señor, ¡que viva,al menos, hasta mi ordenación!».
Esta anécdota graciosa pone de relieve un tema grave. Para nosotros, católicos tradicionalistas,
los sacramentos constituyen el centro de nuestra vida espiritual y la clave de nuestra salvación. Sabemos que si deseamos oír Misa, recibir la Santa Comunión, recibir la absolución de nuestros pecados y ser fortalecidos con la Extremaunción, necesitamos sacerdotes, y es bien sabido que solo los obispos pueden ordenar sacerdotes.
Pues bien, ¿dónde podemos ir a buscar un obispo que ordene sacerdotes católicos tradicionalistas,
y garantizar así que la Misa latina tradicional siga celebrándose en nuestros altares?
El laicado y el clero ligados a la Fraternidad San Pío X (especialmente los seminaristas
ansiosos) ya no tienen de qué preocuparse. El 30 de junio de 1988, Mons. Lefebvre y el
Obispo emérito de Campos, Brasil, Antonio de Castro Mayer, consagraron cuatro obispos
para la Fraternidad San Pío X; desde entonces,estos obispos han ordenado nuevos sacerdotes
para la Sociedad y hace poco [en 1991, año de este trabajo, n.d.r.] consagraron un obispo para suceder a Mons. de Castro Mayer en Campos.
Los obispos de Lefebvre restringen sus deberes ministeriales meramente a las capillas y el clero que admiten todas las opiniones teológicas de la Fraternidad sin cuestionarlas, y que le rinden el control legal de sus bienes.
Asimismo, estos obispos ordenarán sacerdotes solo a los seminaristas que juren fidelidad a las posturas de la Fraternidad.
Muchos sacerdotes tradicionalistas están en desacuerdo con las posturas y las políticas
de la Fraternidad. Así que difícilmente podamos pensar en un obispo de Lefebvre si queremos
que los niños de nuestras capillas reciban el Sacramento de la Confirmación. Menos todavía podremos hallar un seminario donde formar al clero que nos sucederá algún día, y suponer tan luego que los obispos de Lefebvre fuesen a ordenar sacerdotes a los seminaristas que formáramos.
Pero los obispos de Lefebvre no son la única opción. En los EE.UU. existen actualmente seis clérigos católicos tradicionalistas comúnmente conocidos como obispos «Thuc», que a diferencia de los obispos de Lefebvre, no pertenecen a una única organización. Trabajan con total independencia unos de otros (como la mayoría de los sacerdotes tradicionalistas), aunque algunos de ellos se ayudan mutuamente para realizar determinadas tareas apostólicas.
A semejanza de los sacerdotes católicos tradicionalistas, estos seis obispos Thuc también son un grupo aparte. Cinco de ellos son hombres de más edad, formados y ordenados sacerdotes antes que los desastrosos cambios posconciliares hicieran sentir su impacto; uno (más joven) recibió una formación tradicional y fue ordenado según el antiguo rito bastante después de concluido el Concilio Vaticano II. Tres, eran sacerdotes diocesanos; tres, pertenecían a diferentes órdenes religiosas.
Cuatro de los obispos colaboran gentilmente con distintas capillas y clero católicos fuera de su propio entorno particular; dos de los obispos están completamente fuera, en órbitas distintas.
De estos seis obispos, uno de ellos tiene fama de buscapleitos notorio, otro no es demasiado conocido en ningún sentido, y los otros cuatro (dos de ellos consagrados hace poco) están muy bien considerados en los ámbitos donde desempeñan su apostolado, ya sea por vía de sus escritos o de su ministerio sacerdotal.
Los obispos Thuc norteamericanos pueden remontar sus consagraciones episcopales
hasta uno de estos dos hombres:- Monseñor M.L. Guérard des Lauriers O.P., ex profesor de la Pontificia Universidad Lateranense de Roma y del Seminario de la Fraternidad San Pío X en Ecône, Suiza (él fue uno de mis profesores) y autor de la famosa Intervención Ottaviani [El Breve Examen Crítico del Novus Ordo Missae, n.d.r.].- Monseñor Moisés Carmona Rivera, sacerdote diocesano procedente de Acapulco, que durante años dijo la Misa tradicional para numerosos grupos de fieles de distintas partes de México.
En 1981 Mons. Guérard y Mons. Carmona fueron consagrados obispos por una misma persona: Monseñor Pierre Martin Ngodinh- Thuc (†1984), Arzobispo emérito deHué, Vietnam.
Mons. Thuc -nombrado por Pío XI y consagrado obispo en 1938- fundó la Diócesis de Vinh-long y fue nombrado Arzobispo de Hué en 1960. En 1963, mientras estaba en Roma para asistir al Concilio Vaticano II, su hermano, Ngo-dinh-Diem, Presidente de Vietnam del Sur, fue derrocado y asesinado durante un golpe de estado. Al no poder volver a Vietnam y ser marginado por el Vaticano, Mons.Thuc sobrevivió a duras penas como sacerdote asistente en distintas parroquias de los alrededores de Roma.
Aparentemente, su interés por el movimiento tradicionalista habría comenzado a principios de 1975, cuando visitó el Seminario de Mons. Lefebvre en Ecône, Suiza.
El episodio resultó ser una bendición y no serlo, pues es allí donde Mons. Thuc entabla amistad con el Padre M. Revaz, antiguo canciller de la Diócesis suiza de Sión y profesor de derecho canónico en el Seminario de Ecône. Más tarde, en 1975, el Padre Revaz convenció a Mons. Thuc de que la solución de los problemas de la Iglesia se hallaba en unas supuestas «apariciones marianas» en el Palmar de Troya, España, e insistió al Arzobispo para que consagrara obispos destinados a los seguidores del Palmar que deseaban conservar la Misa tradicional. Mons. Thuc aceptó y realizó las consagraciones en diciembre, pero al año siguiente repudió su vinculación con el grupo del Palmar (1).
Los católicos tradicionalistas que arguyen sobre las acciones posteriores de Mons. Thuc dentro del movimiento tradicionalista pertenecerían a dos campos contrarios. El primer grupo lo canoniza, retratándolo como un valeroso héroe que invariablemente rechazó todos los errores de la Iglesia Conciliar. El segundo grupo lo injuria, pintándolo como un pobre viejo tonto que carecía del estado mental necesario para conferir válidamente un sacramento. Ambos grupos están equivocados.
Por un lado, si bien Mons. Thuc decía la Misa tradicional,difícilmente era otro Atanasio. Sus acciones y sus declaraciones sobre la situación de la Iglesia a menudo eran, como las de Mons. Lefebvre, contradictorias y mistificadoras.
Y también a semejanza de Mons. Lefebvre, aparentemente aceptó un acuerdo con el Vaticano para luego cambiar de opinión.
Por otro lado, los vaivenes teológicos y los errores de juicio práctico simplemente demuestran
que determinado arzobispo (cada uno elija el que desee) es humano y falible.
Eso no prueba que haya perdido la capacidad mental mínima que la Iglesia requiere para administrar un sacramento válidamente.
Bueno, hemos hecho alguna digresión. Nuestro propósito aquí no es repasar las idas y venidas de la trayectoria de Mons. Thuc sino determinar si los seis obispos Thuc de los EE.UU. fueron válidamente consagrados; es decir, si tienen o no el poder sacramental que todos los obispos católicos poseen para administrar el Sacramento de la Confirmación, ordenar sacerdotes que sean realmente sacerdotes, y consagrar a otros obispos que sean realmente obispos.
Este poder sacramental, denominado Sucesión Apostólica, es transmitido por un obispo católico a todos los obispos que él consagra.
A su vez, ellos [los obispos] transmitirán este poder sacramental a todos los obispos que
ellos consagren, y así sucesivamente.Por lo tanto, para realizar nuestra averiguación
debemos examinar las consagraciones episcopales de los dos prelados hasta los cuales se remontan los seis obispos de los EE.UU., y que son Mons. Guérard y Mons. Carmona. Si las consagraciones episcopales de los dos últimos pueden considerarse válidas, entonces toda la línea de órdenes que proceden de ellas es asimismo válida.
Como demostraremos a continuación, todos los hechos importantes, los pronunciamientos
de los Papas, los canonistas (expertos en derecho canónico) y los teólogos moralistas católicos llevan a una sola e inevitable conclusión: estamos obligados a considerar como válidas las consagraciones episcopales conferidas por Mons. P.M. Ngo-dinh-Thuc a M.L. Guérard des Lauriers y a Moisés Carmona Rivera.
Dado que las consagraciones de los Obispos Guérard y Carmona fueron válidas, estamos
asimismo obligados a considerar como válida toda la línea de órdenes que procede
de ellos, y entonces, también a sostener que los sacerdotes ordenados en esta línea son verdaderamente sacerdotes y que los obispos consagrados en esta línea son verdaderamente obispos.
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1) Einsicht nº 11 (marzo, 1982), pág. 12: «Je n’ai plus de relations avec Palmar depuis leur chef se proclame Pape. Je
désapprouve tout ce qu’ils font» («No tengo más relaciones con el Palmar desde .que su jefe se proclamó Papa. Desapruebo todo lo que hacen»)
I. ALGUNAS ACLARACIONES
SOBRE LA INVESTIGACIÓN
En 1982 dos norteamericanos hicieron su presentación en los EE.UU. como obispos Thuc. Las circunstancias que rodearon su aparición, dicho suavemente, no fueron de buen augurio.
Uno de ellos era un sacerdote relativamente nuevo dentro del movimiento tradicionalista,
y nunca se conocieron del todo bien los detalles de cómo o por qué se lo eligió
para consagrarlo obispo. El otro vino saltando obstáculos para lograr su mitra. Como sacerdote,
en febrero de 1982, se ufanó de apoyar a Juan Pablo II. Poco después, el discurso de los obispos Thuc y su línea dura contra Juan Pablo II comenzó a difundirse. En junio abrazó la posición sedevacantista y en agosto, el otro norteamericano lo consagró obispo.
De allí en más, los dos obispos se lanzaron denuncias, dividieron capillas, pronunciaron
«excomuniones», pretendieron crear diócesis, y por otro lado, iniciaron una campaña de «sígueme o muérete», de ésas tan endémicas dentro del clero tradicionalista.
En enero de 1983 publiqué un extenso artículo en el que exponía estos entretelones, junto con una semblanza de Mons. Thuc, con defectos y todo. Allí no examinaba si las consagraciones
eran válidas, pero comenté que «haría falta investigar un poco a fin de averiguar lo que los teólogos y canonistas consideran prueba suficiente de la validez en tal caso» (2).
Ante la falta de tal investigación, yo mismo me incliné a ver a las consagraciones como
dudosas. Así también pensaron mis compañeros sacerdotes del Noreste. Incluso después que nos expulsaran de la Fraternidad San Pío X en abril de 1983, las actividades de los dos obispos Thuc norteamericanos nos dejaron ver que la idea de cooperar con ellos era moralmente imposible. Y el asunto durmió durante dos años.
En 1985 uno de mis colegas, el Padre Donald J. Sanborn, sugirió que nuestro grupo tomara contacto con Dom Antonio de Castro Mayer, el Obispo emérito de Campos, Brasil, para ver si estaría dispuesto a ordenar sacerdotes para nosotros, o al menos a darnos algún consejo. Este prelado había adoptado una postura fuerte contra la Nueva Misa y se decía que su posición respecto de Juan Pablo II era mucho más dura que la de Mons. Lefebvre.
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2) The Roman Catholic nº 5 (enero, 1983), nº 8.
3) Entre ellas: Catholic University, St. John’s, Fordham,Xavier, Marquette, Detroit, Dunwoodie, Douglaston, St.
Francis y el Josephinum.
El Padre Sanborn visitó Campos en abril de 1985 y conversó largamente con Mons. de
Castro Mayer. Quedó claro que el obispo limitaba su apostolado exclusivamente a Brasil.
Cuando el Padre Sanborn mencionó el tema de quien ordenaría a nuestros sacerdotes,
Monseñor de Castro Mayer dijo: «¡Recurran a Guérard!».
El Padre Sanborn le respondió que dudaba de la validez de la consagración episcopal
de Mons. Guérard. Monseñor le respondió:
«Si es válida para Guérard, es válida para mí». El Padre Sanborn le explicó algunas de sus
dudas, pero Mons. de Castro Mayer le respondió:
«Guérard es la persona más calificada del mundo para determinar si la consagración
fue válida».
A su regreso, el Padre Sanborn propuso que algunos de nosotros investigáramos los
principios que aplican los teólogos moralistas para determinar si una consagración episcopal
es válida. Dado que yo era escéptico sobre las consagraciones, me ofrecí para hacer
el trabajo con él.
La investigación resultó ser una labor formidable.Con el Padre Sanborn pasamos, a
partir de 1985, por lo menos unas mil horas en bibliotecas de universidades y seminarios
católicos de todo EE.UU., estudiando principalmente teología y secciones completas de
derecho canónico (3).
La conclusión que comenzó a surgir fue - debo admitirlo- contraria a mis expectativas de
un principio. No existen pruebas «especiales» o «extra» que a uno le permitan decir que determinadaconsagración episcopal es válida.
Los canonistas y los teólogos consideran una consagración como harían respecto de cualquier
otro sacramento. Una vez que se realizó, se la considera válida y el «peso de la prueba» (si correspondiera) es responsabilidad de quienes cuestionan su validez.
En septiembre de 1988 el Padre Sanborn distribuyó un breve informe interno, en un
encuentro sacerdotal, sobre los principios teológicos que deben aplicarse. El Padre concluyó que tenemos que considerar a las consagraciones como válidas.
En general, el informe me pareció convincente.
En particular, los comentarios hechos por el Padre coincidían con lo que había develado de la Bula Apostolicae Curae de León XIII.
Hubo una discusión acalorada. Más tarde, ese mismo día, conversé con el Padre Clarence
Kelly, que estaba al frente de nuestro grupo. Mencioné que el pronunciamiento de León XIII parecía echar por tierra mis objeciones en contra de la validez de las consagraciones
(incluida la suya propia). Él me respondió: «Nosotros no podemos decir que las
consagraciones [de los obispos Thuc] son válidas, o algunos de nuestros sacerdotes querrán asociarse a ellos».
En ese punto llegué a la conclusión de que los argumentos contra la validez de las consagraciones podrían basarse en alguna otra cosa que no fueran las normas objetivas de la teología sacramental.
Después que dejé la Sociedad San Pío V en julio de 1989, el Padre Sanborn y yo seguimos
comparando los apuntes de nuestras investigaciones. Lo que sigue es el resultado de nuestros esfuerzos compartidos, pero la mayor parte del crédito le corresponde al Padre Sanborn, que rastreó las fuentes teológicas y los decretos papales con tenaz determinación
II. EL HECHO DE LAS
CONSAGRACIONES
Comenzamos nuestra investigación planteándonos estas dos simples preguntas:
- El 7 de mayo de 1981 en Toulon, Francia, ¿realizó Monseñor Thuc el rito de consagración
episcopal de Guérard des Lauriers siguiendo el rito católico tradicional?
- El 17 de octubre de 1981 en Toulon, Francia, ¿realizó Monseñor Thuc el rito de consagración
episcopal de Moisés Carmona siguiendo el rito católico tradicional?
La respuesta a ambas preguntas es afirmativa.Pero hay que observar que empleamos una frase torpe. Preguntamos si Mons. Thuc realizó el rito de consagración episcopal para dos personas, en vez de preguntar si las consagró.
¿Porqué?
Para dirigir la atención hacia una distinción importante entre dos cosas:
- El hecho de un sacramento, i.e., ¿hubo una ceremonia? y
- La validez de un sacramento, i.e., ¿sirvió la ceremonia?
Los canonistas y moralistas, como los Padres Cappello (4), Davis (5), Noldin (6), Wanenmacher
(7) y Ayrinhac (8) dan por descontada esta distinción. De igual modo, los tribunales de la Iglesia convinieron en legislar sobre la validez de un matrimonio (9) o de una ordenación (10). Primero los hechos, después la validez.
En este capítulo, por lo tanto, no trataremos el tema de la validez (¿Sirvieron las consagraciones?),
sino tan solo la cuestión del hecho (¿Hubo una ceremonia?; ¿realizó el rito Mons. Thuc?).
No hay duda de que las consagraciones Thuc se realizaron. Pero como algunos sacerdotes
tradicionalistas han protestado por el hecho de que las consagraciones no han sido
«probadas» o «seguras», o que no pueden ser «reconocidas», nos detendremos unos momentos
para probar lo que es obvio.
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4) F. CAPPELLO, Tractatus Canonico-Moralis De Sacramentis (Roma, Marietti 1961), 1, 21: «Quoties rationabile seu prudens adest dubium de collato sacramento necne aut de collati sacramenti valore». El énfasis es mío.
5) H. DAVIS, Moral and Pastoral Theology (New York, Sheed and Ward 1943), 3, 25: La «validez de un sacramento se da por sentada». El énfasis es mío.
6) H. NOLDIN Y A. SCHMITT, Summa Theologiæ Moralis (Innsbruck, Rauch 1940), 3, 27: «In sacramentis... dubium facti habetur, si dubitatur, an sacramentum reipsa collatum sit vel quomodo collatum sit, nempe cum debita materia, forma et intentione». El énfasis es del autor.
7) F. WANENMACHER, Canonical Evidence in Marriage Cases (Filadelfia, Dolphin 1935), 500: «...cuando el hecho del bautismo se ha establecido, pero la validez permanece dudosa...». El énfasis es mío.
8) H. AYRINHAC, Legislation on the Sacraments (New York, Longmans 1928), 6: «Si existiera una duda prudente sobre el hecho de su administración o de su validez...». El énfasis es mío.
validez de un matrimonio (9) o de una ordenación (10). Primero los hechos, después la validez.
En este capítulo, por lo tanto, no trataremos el tema de la validez (¿Sirvieron las consagraciones?),
sino tan solo la cuestión del hecho (¿Hubo una ceremonia?; ¿realizó el rito
Mons. Thuc?).
No hay duda de que las consagraciones Thuc se realizaron. Pero como algunos sacerdotes
tradicionalistas han protestado por el hecho de que las consagraciones no han sido
«probadas» o «seguras», o que no pueden ser «reconocidas», nos detendremos unos momentos
para probar lo que es obvio.
A. Un Limbo jurídico
Cuando las cosas eran normales en la Iglesia, era sencillo comprobar el hecho de si una
consagración episcopal se había realizado.
Uno se dirigía a alguna autoridad que miraba el detalle en un registro oficial. Si un funcionario
eclesiástico autorizado había asentado la consagración en el registro correctamente, el
derecho eclesiástico la consideraba un hecho «probado» a los ojos del derecho canónico.
Lo mismo se aplica a los bautismos, las confirmaciones y las ordenaciones sacerdotales.
Si los registros oficiales se extraviaban o se destruían accidentalmente, se podía tomar
otra vía. Se llevaban las pruebas a alguien con autoridad -un obispo diocesano o un juez de
un tribunal del Vaticano-, que examinaba la evidencia y emitía un decreto declarando que
fulano de tal había recibido el sacramento.
Estos funcionarios gozaban de un poder legal denominado jurisdicción ordinaria, una
autoridad que en última instancia provenía del Papa, a los fines de ordenar, legislar, castigar y
juzgar. Parte de esa autoridad consistía en el poder de establecer a los ojos del derecho eclesiástico
que un determinado acto sacramental había sido realizado, para funcionar como contrapartida
sacramental en el Registro de actos.
En ambos casos -se trate de los registros oficiales o de los decretos de la jerarquía- alguien con jurisdicción ordinaria estaba ejerciendo su poder. Juzgaba que tenía las evidencias legales
suficientes de que una ordenación en particular, por ejemplo, se había realizado. La ingresaba en el registro oficial o emitía un decreto.
El hecho de la ordenación quedaba, así, establecido ante la ley.
A diferencia de esto, consideremos mi propia ordenación. Es un hecho que Monseñor
Lefebvre me ordenó sacerdote en Ecône, Suiza, el 29 de junio de 1977. Pero el hecho
no ha sido establecido legalmente. No está asentado en el registro de ordenaciones de la
Diócesis de Sión, como exigiría el derecho eclesiástico.
Si durante mi vida la Iglesia retornara a la normalidad, tendría que ver a alguien con jurisdicción ordinaria que entonces se expediría sobre la evidencia, y emitiría un decreto que establecería legalmente el hecho de mi ordenación.
¿Esto, en donde coloca el hecho de las consagraciones Thuc? En el mismo plano en que
quedan mi ordenación, las consagraciones de Lefebvre y todos los sacramentos que el clero
tradicionalista confiere: en una especie de limbo jurídico. Dado que nadie dentro del movimiento
tradicionalista tiene jurisdicción ordinaria, nadie tiene poder para expedirse sobre
la prueba legal de que determinado sacramento fue realizado, y entonces establecerlo
como un hecho ante el derecho eclesiástico.
Esa es una prerrogativa de los funcionarios eclesiásticosque recibieron su autoridad de un Papa.
No obstante, los católicos tradicionalistas podemos y efectivamente establecemos el hecho
de que hemos conferido o recibido sacramentos.
Nos valemos de la certeza moral, un concepto sencillo que aplicaremos a las consagraciones Thuc y también a los demás sacramentos.
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9) Código de Derecho Canónico, canon 1014: «In dubio standum est pro valore matrimonii, donec contrarium probetur...».
10) Véase S.C. de Sacramentos, Decreto del 9 de junio de 1931, Acta Apostolicae Sedis 23 (1931), 457ff.
B. Documentos
A diferencia de las consagraciones de Mons. Lefebvre de 1988, las efectuadas porMons. Thuc tuvieron una difusión pública escasa o nula en los EE.UU. Sin embargo, es
fácil documentar el hecho que las ceremonias se realizaron. Estas son algunas fuentes:
- Fotografías publicadas de la consagración de Mons. Guérard, el 7 de mayo de 1981 (11).
- Fotografías publicadas de la consagración de Mons. Carmona y de Mons. Adolfo Zamora,
el 17 octubre de 1981 (12).
- Las leyendas que acompañan a estas fotos y afirman que Mons. Thuc efectuó las consagraciones
según el Pontifical Romano (edición de 1908) (13).
- Una entrevista de febrero de 1988, efectuada bajo juramento, al Dr. Kurt Hiller, que
estuvo presente en ambas consagraciones y que sostuvo el libro del ritual (el Pontifical Romano)
para Mons. Thuc mientras éste realizaba el rito de consagración (14).
- Una declaración jurada del Dr. Eberhard Heller, que también estuvo presente en ambas
consagraciones y en la que atestigua que los Monss. Guérard, Carmona y Zamora fueron
consagrados obispos por Mons. Thuc y que «Las consagraciones se hicieron según el Pontifical Romano (Roma, 1908)» (15).
- Una carta de Joseph Cardenal Ratzinger dirigida a Mons. Thuc, que habla de una «indagación
bien sustentada» hecha por el Vaticano sobre las consagraciones y en la cual aclara
específicamente que Mons. Thuc consagró a Guérard, Carmona y Zamora (16).
- Una declaración del Vaticano de 1983 que menciona por el nombre a los que fueron
consagrados, y además -como es previsible- denuncia las consagraciones (17).
- La publicación de una carta de Mons. Thuc, fechada el 11 de julio de 1984, en la
que reconoce que en 1981 confirió el episcopado a «varios sacerdotes, a saber, a los Padres
M.L. Guérard des Lauriers O.P., Moisés Carmona y Adolfo Zamora» (18).
- La publicación de una entrevista a Mons. Guérard en la que él atestigua que Mons. Thuc
lo consagró el 7 de mayo de 1981, que «la consagración fue válida», que «se siguió íntegramente
el rito tradicional (exceptuando la lectura del mandato romano)», y que «Mons. Thuc y yo tuvimos la intención de hacer lo que hace la Iglesia» (19).
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11) Einsicht nº 12 (mayo, 1982), págs. 4-6.
12) Einsicht nº 11 (marzo, 1982), págs. 14-19.
13) Einsicht nº 11 (marzo, 1982), pág. 14: «Bischofsweihe S.E. Mgr. M.L. Guérard des Lauriers, o.p.: in Toulon am 7.Mai 1981; Konsekrator: S.E. Mgr. Pierre Martin Ngo-dinh-Thuc: nach dem ‘Pontificale Romanum summorum pontificum jussu editum a Benedicto XIV et Leone XIII. Pont. Max.’ (Ratisbonae, Romae, etc. 1908)». «Bischofsweihe S.E. Mgr. Moises Carmona und S.E. Mgr. Adolfo Zamora in Toulon am 17 Oktober 1981; Konsekrator: S.E. Mgr. Pierre Martin Ngo-dinh-Thuc: nach dem ‘Pontificale Romanum’ (Ratisbonae, Romae, etc. 1908, S. 520 ff).
14) CLARENCE KELLY, ET AL., Entrevista al Dr. Kurt Hiller, Munich, febrero de 1988, passim.
15) EBERHARD HELLER: «Eidesstattliche Erklärung zu den Bischofsweihen von I.E. Mgr. M.L. Guérard des Lauriers, Mgr. Moises Carmona und Mgr. Adolfo Zamora», Einsicht nº 21 (julio, 1991), pág. 47. «Um noch bestehende Zweifel an den von S.E.Mgr. Pierre Martin Ngo-dinh-Thuc gespendeten Bischofsweihen. die z.B. von bestimmten Personen und Gruppen in den U.S.A. geäußert werden, und weil seine Excellenz inzwischen verstorben ist, er sich also dazu selbst nicht mehr äußern kann, erkläre ich an Eides statt, da ich den betreffenden Konsekrationen durch Mgr. Ngo-dinh-Thuc persönlich beiwohnte: Ich bezeuge, daß S.E. Mgr. M.L. Guérard des Lauriers O.P. am 7.Mai 1981, I.E. Mgr. Moises Carmona und Mgr. Adolfo Zamora am 17 Oktober 1981 in Toulon/ Frankreich von S.E. Mgr. Pierre Martin Ngo-dinh-Thuc zu Bischöfen der hl. katholischen Kirche geweiht wurden. Die Konsekrationen erfolgten nach dem ‘Pontificale Romanum’ (Rom 1908). Mgr. Ngo-dinh-Thuc spendete die Weihen im Vollbesitz seiner geistigen Kräfte und in der Absicht, der Kirche aus ihrer Notsituation herauszuhelfen,
die er in seiner ‘Declaratio’ über die Sedisvakanz vom 25. Februar 1982 präzisierte. München, den 10. Juli 1991. E. Heller».
16) Ratzinger a Thuc, Carta del 1º de febrero de 1983: «Après le délai nécessaire à une enquête fondée, la S. Congrégation pour la Doctrine de la Foi a pu s’assurer qu’au moins depuis 1981... vous avez également conféré... l’ordination épiscopale au religieux français M.L. Guérard des Lauriers, OP, ainsi qu’aux prêtres mexicains Moises Carmona et Adolfo Zamora» («Luego de un plazo necesario para hacer una investigación fundada, la S. Congregación para la Doctrina de la Fe pudo asegurarse de que al menos desde 1981... usted ha conferido igualmente... la ordenación episcopal al religioso francés M.L. Guérard des Lauriers OP, así como a los sacerdotes mexicanos Moisés Carmona y Adolfo Zamora»).
17) S.C. Pro Doctrina Fidei, Notificatio, 12 de marzo de 1983, Acta Apostolicae Sedis (abril, 1983).
18) L’Osservatore Romano, edición inglesa, 24 de diciembre de 1984.
19) Sodalitium nº 4 (mayo, 1987), pág. 24: «Affermo che questa Consecrazione è valida... Atteso che: 1) il rito tradizionale è stato integralmente osservato (fatto eccezione della lettura del ‘mandato romano’!): 2) Mons. Thuc ed io avevamo l’intenzione di fare ciò che fa la Chiesa». Énfasis del autor.
- Una entrevista a Mons. Guérard en la que nuevamente afirma haber sido consagrado
el 7 de mayo de 1981, y que se siguió el rito íntegramente (20).
- Una entrevista al RP. Noel Barbara, hecha bajo juramento, en la que el Padre Barbara
declara que visitó a Mons. Thuc en 1982, y que Mons. Thuc reconoció que, de hecho,
consagró a Mons. Guérard y a Mons. Carmona (21).
Todas estas fuentes, por supuesto, coinciden en la cuestión fundamental: el hecho de que Mons. Thuc realizó el rito de consagración episcopal para M.L. Guérard des Lauriers
el 7 de mayo de 1981, y nuevamente para Moisés Carmona y Adolfo Zamora el 17 de
octubre de 1981.
Las declaraciones de los doctores Heller y Hiller, y de Mons. Guérard, y las leyendas de
las fotografías (escritas por el Dr. Heller), además, concuerdan en otra cuestión fundamental:
el hecho de que Mons. Thuc utilizó el rito tradicional para realizar las consagraciones
C. Un hecho establecido
Ante esta documentación, el lector razonablemente concluye que es un hecho que
Mons. Thuc realizó estas consagraciones y que es un hecho que usó el rito católico tradicional.
¿Porqué? Todos los documentos apuntan a los mismos hechos fundamentales. Las
partes involucradas nunca cambiaron su relato de los hechos. «Suena cierto».
Ese «suena cierto» que pensamos al considerar todos los hechos sobre esta cuestión o
cualquier otra, es resultado de la certeza moral, una norma de sentido común que aplicamos
permanentemente.
Los teólogos moralistas católicos dicen que la certeza moral se produce cuando nos damos
cuenta que es imposible que estemos equivocados sobre un hecho particular, ya que
lo opuesto a este hecho es tan improbable que sabemos que creerlo sería imprudente (22).
Esto implica, por lo tanto, considerar el opuesto de algo para ver su grado de probabilidad.
Un ejemplo (*) puede servir: Yo no vi morir a Elvis Presley. Pero su esposa, el médico,
el comisario y el enterrador afirman que murió.
Entonces pienso lo opuesto: que Elvis vive y anda acechando entre las góndolas del supermercado de mi barrio. Pero eso significaría que las cuatro personas que vieron su cadáver y que dicen que está muerto son todos unos mentirosos y forman parte de una
conspiración en masa. Esto es tan improbable que no podría creerlo. Por lo tanto, he llegado
a tener certeza moral sobre un hecho: Elvis -«El Rey»- está verdaderamente muerto.
En consecuencia, para llegar a tener certeza moral sobre las consagraciones Thuc, tenemos
que considerar si lo opuesto a las pruebas que poseemos es suficientemente probable
como para ser creíble: i.e., que Mons. Thuc no realizó la consagración de Mons.
Guérard ni de Mons. Carmona, o que si lo hizo no siguió el rito tradicional.
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20) JOSEPH F. COLLINS, Notas sobre la entrevista a Guérard, La Charité (Francia), agosto de 1987.
21) CLARENCE KELLY, ET AL., Entrevista a Noël Barbara, Greenwich CT, mayo de 1990.
22) Véase J. MCHUGH & C. CALLAN, Moral Theology, New York, Wagner 1929, 1, 643: «Los juicios son moralmente ciertos,cuando el error es imposible según lo que es habitual entre los hombres, lo opuesto de lo que sostiene la inteligencia es tan improbable que sería imprudente moverse a ello».
(*) Adnotatio editoris: Ne quid a devotis etiam rudis lectoribus celeretur, auctor reverendus planum facit se dicere
fabulam, latius in Statibus Foederatis Americae ab ephemeridibus aliis sordidis diffusam, quod E. Presley, citharoedum ac divum populo gratissimum (qui «Rex» appellabatur et obiit circa idibus Augusti, anno MCMLXXVII), non vero obiisse, sed vivit jam, quasi in occulto, interdum tamen se videndum praestans, praesertim uxoribus tabernas aromatarias frequentibus - exemplum immo vividum, etiamsi nimirum ab auctoribus probatis haud hucusque citatum [Sacerdotium].
Esto presupone las siguientes situaciones:
1) Que Mons. Thuc, Mons. Guérard, Mons. Carmona, Mons. Zamora (ya fallecidos) y dos
laicos archisedevacantistas mintieron, falsificaron fotografías dos veces, incurrieron en perjurio
en dos ocasiones y se involucraron en una conspiración complicadísima y muy bien
orquestada. 2) Que las seis personas más directamente involucradas estaban completamente
equivocadas al creer que habían ocurrido dos consagraciones episcopales. 3) Que Guérard,
Carmona y Zamora después confirieron ordenaciones y consagraciones episcopales que ellos
sabían que eran nulas e inválidas. 4) Que Guérard, Carmona y Zamora, ayudados e instigados
por los doctores Hiller y Heller, permitieron que Mons. Thuc los consagrara obispos
con un rito distinto del rito católico tradicional.
5) Que las personas que intervinieron en las consagraciones también engañaron a los
funcionarios del Vaticano sobre los acontecimientos, o bien hicieron que el Vaticano participara
de la conspiración.
Estas situaciones indudablemente son ridículas y absurdas, y no hay pruebas en absoluto
para sustentarlas. Pero son la única clase de teorías que alguien podría postular si quisiera
decir que no tenemos certeza moral alguna sobre el hecho de las consagraciones Thuc. Y
si acaso alguien piensa que estas alternativas son creíbles o probables, lo único que puedo
decirle es: Mantén tus ojos bien abiertos cuando estés en el supermercado...
Esto nos deja con la certeza moral sobre el hecho de las consagraciones Thuc; certeza
«que excluye todo temor de error y toda duda seria o prudente» (23). Esto es todo lo que los
teólogos exigen para cualquier sacramento. Ya que no tenemos ningún fundamento serio ni
prudente como para poner en duda la realización de las consagraciones, o que se empleó
el antiguo rito, debemos tomar a ambos acontecimientos como hechos establecido
CONTINUARA.........
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